jueves, 23 de diciembre de 2010

Simbiosis

Simbiosis. La RAE asocia al término con biología y lo define como una asociación de individuos animales o vegetales de diferentes especies, sobre todo si los simbiontes sacan provecho de la vida en común.

Yo emplearé el término como una relación entre dos seres humanos donde cada uno obtiene un beneficio, pero no cualquier beneficio sino algo más trascendental. Creo que el periodismo permite que esta asociaciones se construyan permanentemente o al menos ese es uno de mis objetivos como periodista. Soy creyente de que el oficio nos permite ayudar a las demás personas y lo he expresado en varios post. Esta vez quiero compartir un par de anécdotas en las que la simbiosis fue mucho más ¿evidente, fuerte? no sé cómo definirla pero en tal caso no solo fue palpable para mí (porque sinceramente cada vez que escribo un tema y pongo "todo de mí" me siento reconfortada) sino para el otro y quizás terceros que no estén involucrados directamente.

Visité la Defensoría del Pueblo, estaba buscando un tema para escribir. Sí, a veces las ideas se agotan y hay que ir a buscarlo a varios sitios, sé que la defensoria es un sitio obvio, pero bueno. Me topé con un señor que estaba reclamando una estafa por parte de una inmobiliaria; él había pagado unas cuotas para que le entreguen su casa en determinado mes, pero no la había recibido aún. Polo, aún recuerdo su nombre (fue en 2008), me llevó hasta su terreno donde debía estar su casa terminada y bueno ahí estaba sin ventanas, sin acabados y sin línea blanca -que también le habían prometido-. Me comentó que habían más personas con un caso similar al suyo y al contactarme con ellos, unos 20, descubrí que habían aún más. Me dio el número del constructor, lo llamé -decenas de veces- nunca dio la cara pero igual publiqué el tema. Me mantuve en contacto con Polo y supe que un par de meses después le entregaron finalmente la casa. "Fue la presión del diario", me dijo. Pero le expliqué que sin su persistencia nada hubiera sido posible. Al final, los dos terminamos contentísimos. Fue mi primera experiencia de un reconocimiento directo, pero de haber realmente ayudado a alguien. Claro que no pude resolver el problema de los 20 (luego se denunció el tema en un medio de mayor referencia y salieron a la luz cientos de casos similares), pero al menos logré que Polo reciba su casa y generé un llamado de atención al constructor.

Mi segunda experiencia: recibí una carpeta en la redacción en la que un señor contaba que había sido despedido de su trabajo porque había conocido a su actual conviviente ahí y cuando fueron novios el jefe de RRHH los amenazó que uno de ellos debía renunciar. No lo hicieron y despidieron a uno, luego al otro. Las reglas de las empresas no pueden estar por encima del Código del Trabajo y el de Ecuador no estipula que está prohibido mantener relaciones personales entre los empleados. El señor había denunciado a la empresa, pero como era un Banco -de dueños recontra poderosos en Ecuador- el juicio se había retrasado por un sinnúmero de razones inconsistentes. Llamé varias veces al banco y nadie quiso hablar del tema. De igual manera publiqué el tema. De nuevo, recibí el correo del denunciante agradeciéndome la publicación y nos mantuvimos en contacto durante varios meses en los que me actualizaba sobre su situación. Tardó casi un año para que finalmente ganara el juicio que quizás para el señor representaba un reconocimiento económico pero para mí nuevamente fue un gratificación enorme. De nuevo, poder ayudar a terceros mediante mi trabajo.

Cuando recibí el correo del señor lo comenté con mi ex editor (en ese entonces había dejado de trabajar en ese medio) él me dijo que debía de involucrarme demasiado con mis fuentes porque le confesé que cada vez que vivía una situación similar, reconfirmaba que había elegido la carrera adecuada. Sigo creyéndolo y tan solo hace un par de días me llamó un señor a la redacción a pedirme el teléfono de una voluntaria suiza que ha vivido 30 años en Lima y fundó una asociación para niños, la mujer tiene un proyecto enorme demasiado altruista e intenté plasmarlo en un perfil. El señor del teléfono leyó el perfil y me pidió el contacto de la voluntaria para donarle un terreno para que continúe con su obra.

Esas experiencias, no tienen precio. Al final del día los dos ganamos, la fuente y yo, cada uno algo diferente pero demasiado valioso para cada cual.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Periodismo gonzo

La tendencia ha regresado: el periodista es el protagonista o parte primordial de su propia historia. Debo confesar que me encantan las crónicas de ciertas revistas latinoamericanas donde la escritora narra su experiencia y así va explicando el tema pero creo que también hay un límite.

¿Tengo que convertirme en bailarina de burdel para contar la historia de las bailarinas en un burdel? No. ¿Tengo que cruzar la frontera entre México y Estados Unidos para vivir como sienten los migrantes? Tal vez.

Obviamente las situaciones varían, por eso mis respuestas también. Lo que quiero dejar en claro es que creo que si la historia se puede realizar sin que la periodista sea parte de la historia, debe hacerse. La peridodista es el medio entre la historia y los lectores, no es la protagonista. Creo que la pregunta clave es: ¿la periodista quiere ser la protagonista, quiere lucirse más que la propia historia? Creo que la forma de descubrirlo es pidiéndole a ella que realice su reportería siendo parte de la historia, viviendo cada experiencia que ella decida, pero que al momento de escribir, lo haga en tercera persona para que este personaje, que solo ella sabe que es ella misma, cuente la experiencia.

El lector no tiene que saberlo, la historia queda igual de buena con todos los detalles, la diferencia es que el ego de la periodista no se engrandece y el protagonismo recae en la historia no en quien la escribe. Así debería de ser, creo yo.

Otro tipo de aprendizaje

Hace un mes asistí a un taller de Crítica de Medios que estaba dirigido a miembros de organizaciones sociales gubernamentales, subvencionadas y no gubernamentales. Yo, junto a otra colega, éramos las únicas periodistas en el grupo. La jornada duró dos días y al final pude concluir que no aprendí "nada nuevo" tomando cuenta la teoría periodística o el oficio per se, pero aprendí otras cosas igual de valiosas.

Lo que para mí era muy básico tomando en cuenta conceptos (como la diferencia entre un comunicador y un periodista) o realidades en los medios (como que siempre las empresas periodísticas responderán a intereses de sus dueños)para los asistentes era como descubrir el agua tibia. Quedé impactada de la ingenuidad e idiosincracia de ellos, pero sentí muchísima compasión porque comprendí que tal vez ni la educación ni su medio les había mostrado lo que realmente significa ejercer el periodismo.

¿Y qué significa realmente? Ni yo sé, pero estoy segura que es un oficio demasiado complejo donde el objetivo no es hacer plata como el 99% de las profesiones.

Con el taller aprendí que no todos conocen o comprenden el funcionamiento de los medios de comunicación, sus dinámicas, sus reglas, sus formas de operar. No me quiero alargar pero sí quisiera dejar algo muy claro: el periodista no puede decidir qué se publica y qué no; puede incidir, insistir, presionar a su editor o (en pocos casos) al dueño del medio para que publiquen equis temas, pero por lo general son los dueños quienes deciden.

Si yo trabajo en cualquier medio no soy la culpable de que no le den espacio a determinado tema que debería tener espacio, debería ser noticia pero que lastimosamente por algún anunciante, amigo del dueño, persona poderosa, etc... no se puede publicar. Una lástima lo sé, pero es así...la mayoría de las veces.

Recordatorio

Creo que muchos periodistas compartimos esta situación. Siempre que terminamos de escribir un tema, después de la reportería, la selección de fuentes, la edición y la revisión final, el reportaje, crónica o un simple artículo se publica. En todas las ocasiones, sin excepción, no se escribe ni la cuarta parte de lo que se investigó, se oyó, se vivió. Generalmente las causas están relacionadas al espacio, al enfoque del tema y demás reglas impuestas por el medio. ¿Pero qué pasa con todas las experiencias que vivimos los periodistas mientras ejercemos nuestro oficio pero que no podemos publicar? Nada. Algunos las compartimos con colegas, reímos, nos quejamos o nos indignamos de diversas situaciones; otros asumo que se guardan estas anécdotas y luego el tiempo se encarga de borrarlas de la memoria.
Justamente eso es lo que no quiero que suceda con mis historias que aunque parezcan bastante personales porque fui yo quién las vivió mientras trabajaba como periodista, no lo son porque estoy segura que muchos colegas han vivido situaciones similares y se identifican con algunas de las experiencias que he narrado en este blog.
Esto es como un recordatorio para quienes nunca han leído este blog y quisieran entender de qué va. Pues va de las historias, anécdotas, experiencias que he vivido como periodista y que por mil y un razones no pueden ser publicadas en ningún medio. Tiene lógica, no son de interés colectivo, tal vez no son de interés de nadie más que mío. En todo caso, si existe un periodista que esté leyendo esto, invito a que comparta en este espacio sus anécdotas mientras ha ejercido el mejor oficio del mundo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Receso

Me apena no tener el tiempo suficiente para postear cada vez que sienta y quiera. Veo que en octubre solo escribí una entrada y encima relacionada al hecho de fines de septiembre.

Este último mes estuve dedicada a la tesis y finalmente graduada y con más tiempo, espero poder nutrir más este blog. Tengo algunas anécdotas pendientes que quisiera narrar.

Hace poco le comenté la idea de este blog a un amigo y me dijo "como un behind the scenes", la verdad nunca lo había pensado así, pero en parte lo es. Lo que se publica en los medios es solo el resultado de un sinnúmero de situaciones que quedan al margen y nadie conoce. Justamente eso es lo que quiero mostrar aquí.

Pronto volveré con más historias.

sábado, 2 de octubre de 2010

El día D

Esta entrada puede ser muy predecible, pero más allá de ser un escrito de análisis, cuestionamientos, dudas que han surgido a partir de lo sucedido en Ecuador el 30 de septiembre, es una bitácora para documentar este día tan horrible que nos tocó vivir a los ecuatorianos el pasado jueves. Mi relato puede ser muy simple, bastante limitado porque para bien o para mal no pude salir de mi casa y los eventos, las situaciones, las noticias y la información en general la recibí al igual que millones de personas dentro y fuera del país. Creo, de todas formas que lo que pueda escribir aquí de alguna u otra forma se diferencie de lo que otros piensan, al fin y al cabo son diferentes subjetividades.

Desperté el jueves 30 de septiembre alrededor de las 8am. Como todos los días ya tenía lista mi agenda diaria, los pendientes: dónde ir, qué recoger, con quién reunirme, todo relacionado con alguna responsabilidad. Pero la televisión me detuvo, fue mi hermana quien me anunció "hay una huelga de policías en Quito y no sé si también en Guayaquil". Noté que no era seguro salir de casa en ese rato entonces decidí esperar hasta que la situación se calme; jamás me imaginé que se calmaría casi 15 horas después. Desde aquel momento no me despegué del televisor hasta más allá de las 11 de la noche. Fue el día que más he visto televisión en los últimos tiempos, fácil, 10 años, no suelo ver mucha tele, prefiero aprovechar el tiempo en actividades más productivas. Divago, como siempre.

Cronológicamente y por relevancia escribiré sobre los sucesos. Los Policías de Ecuador, una mayoría de ellos, decidieron salir a las calles a protestar por el proyecto de Ley del Servicio Público, especialmente por los artículos mediante los cuales ellos reciben menos beneficios como bonos y los ascensos con otras bonificaciones extras. Revisé la ley, esos incisos y...entro en confusión porque también escuché las declaraciones de Correa además de mis conocimientos previos sobre este tema de los "bonos, regalos y demás reconocimientos que reciben la fuerza pública" que por lo general, históricamente, han sido amarres, producto de la corrupción o siempre ha habido una especie de aprovechamiento ilícito. Es decir, los policías tienen un supermercado para ellos solos, donde los productos importados están libres de impuestos; bebidas alcohólicas y demás son bastante asequibles para ellos. Tengo entendido, repito de lo que he oído no desde el jueves sino a lo largo de los años, que estos supermercados siempre han sido una especie de nido de corrupción. Ni hablar de las canastas navideñas, los bonos y otros premios que reciben los servidores públicos (especialmente los años viejos)...todo lo que se relacione con un regalo extra para mí ha sido una suerte de mecanismo corrupto y por ende innecesario, pero claro esa es solo mi lectura. No digo que esté bien que Correa les haya quitado esos beneficios, tampoco digo que esté mal, solo sentí la necesidad de mencionar lo anterior.

Por otro lado reconozco la alza de los sueldos en este sector gracias a este Gobierno y si es que hay que quitar esos bonos para invertirlos en otros gastos del mismo sector, bienvenido sea. Lo que pasa es que la idiosincracia de la gente los limita a pensar que es más importante un regalito extra a un sueldo un poco mejor pero fijo y bien merecido. De todas maneras es verdad que si se podría aumentar los sueldos aún más. Cuando te dan un poco más de algo, el ser humano pide más aún, así funcionamos los seres humanos...

Y bien, la Policía protestaba -en Quito y en Guayaquil-, cerraron varias calles y avenidas principales de ambas ciudades. El presidente cometió el error de ir al lugar de los hechos -donde todos estaban enfurecidos cientos de policías en Quito- e intentar dialogar con ellos. Por supuesto que no lo logró, ellos no querían diálogo. Cuando uno está iracundo, en huelga, las neuronas y el funcionamiento del cerebro parecen detenerse y el hígado y los jugos gástricos manipulan el comportamiento de las personas. Qué lástima esa frase que Correa gritó, pero lo que me da más lástima es lo predecible que fueron los periódicos que al día siguiente titularon con esa frase: "Si quieren matarme, mátenme" mientras se aflojaba la corbata. Desde una ventana el presidente intentaba hablar con la multitud enardecida que gritaba frases de ofensa, incluso "Lucio presidente" lo que llevó a Correa a pensar -todavía piensa eso- que el ex presidente Gutiérrez está detrás de este intento de golpe de Estado (para algunos, para otros una enorme manipulación). Cuando Correa intentaba salir del sitio después de haber fracaso en su intento y empeorado la situación, la masa no se lo permitía y se abalanzaban para atacarlo, para agredir al presidente. Así lo odien...es el presidente! Creo que esa fue la primera imagen de la televisión que me impactó demasiado. Ver a un presidente débil, recién operado de la rodilla con muletas, intentando esquivar golpes de algunos mientras un bloque de personas intentaba protegerlo. De repente el gas lacrimógeno fue lanzado cerca de él y las imágenes mostraban como un hombre, parte del personal, le ponía la máscara de oxígeno pero segundos después él se la retiraba....hasta que llegó al carro y se subió. Para mí era una incertidumbre porque lo vi tan debilitado a Correa, sentí angustia de qué pasaría después....por algunos minutos pensé que lo habían herido gravemente.

Claro, el asunto se puso peor. Él llegó al Hospital de la Policía donde lo iban a atender porque al parecer le golpearon la rodilla, inhalo el gas lacrimógeno y quien sabe qué más. La gente -en su mayoría policías- fuera de donde él habló seguía enfurecida. Tanto odio, tanta violencia; me produjo tanta tristeza...luego en la tarde, la confusión aumentó, mientras el presidente estaba siendo tratado en el hospital supuestamente, después se oían rumores de que él estaba secuestrado, que los policías no lo dejaban salir. Algunos de sus ministros y asesores fueron al hospital, todos estos movimientos eran de gran tensión porque las imágenes mostraban como los policías y "otra gente" que no defino si era de la sociedad civil o seguridad privada o qué mismo, empujaba, no dejaba pasar. Era una constante riña. Correa habló por teléfono con un canal y ahí fue que anunció que sí estaba secuestrado.

Todo esto sucedía mientras otros canales de televisión transmitían imágenes de locales comerciales en Guayaquil que estaban siendo saqueados por los ciudadanos. Imágenes demasiado impactantes para ser verdad, comparadas con las del terremoto en Chile cuando sus habitantes, por desesperación, miedo y confusión saqueaban todos los almacenes con el afán de llevarse "algo". Pero en Chile fue un terremoto, acá simplemente faltaban policías, alguien quien los castigue. Sin ellos, sintieron que "todo estaba permitido". Creo que fue demasiado frustrante y triste ver a ciudadanos actuar de esa manera; hubo gente que incluso vacío a tal punto una farmacia que se llevaron los mostradores, los focos...creo que ese problema social simplemente salió a flote y que es un tema que espero que cuando se calme la tormenta, se pueda revisar.

Mientras tanto -Correa en el hospital de la Policía y los saqueos no cesaban en Guayaquil- ocurrió un hecho demasiado grave para la libertad de prensa ecuatoriana, un insulto para los periodistas y la sociedad en general. Debido a la grave situación, se declaró el estado de excepción en todo el país, el que entre otras cosas, supuestamente permite a dar ciertas órdenes a esferas de la sociedad que deben cumplir por seguridad (pido disculpas por no precisar estos datos, eventualmente lo haré, solo que narro de la forma y (des)orden de que llegaba la información). Obligaron a los canales de televisión ecuatoriana a transmitir una sola señal, la del canal del Estado. Eso sin duda fue un atropello a la prensa libre...a través de Twitter pude enterarme de hechos que no podía por la tele, con una sola versión era imposible.

La señal ininterrumpida que denominaron cadena nacional (creo que se olvidaron del obligada)duró toda la tarde, aproximadamente cinco horas, ahora perdí la cuenta pero recuerdo que fueron horas de desinformación porque el veintiúnico canal se dedicó a entrevistar a funcionarios del estado, ministros, asesores, incluso Alexis Mera quien admitió que sí había riesgo de golpe de Estado, cuando lo dijo, sentí más angustia aún, si él lo decía era "por algo"...no hablan por hablar...o sí? Todo era tan confuso, y sigue siéndolo...hubo un momento crucial en el que los presentadores -que por cierto tuvieron el mejor día de sus vidas porque por primera vez el país entero los veía (probablemente EcuadorTV sea el canal con menos rating)- comenzaron a anunciar que una masa enardecida de ciudadanos intentaba entrar forzadamente al edificio donde está el canal. Fueron varios minutos de tensión en los que los presentadores lanzaban frases como: "nos están diciendo que rompieron las puertas, son policías y otros ciudadanos, ya están subiendo, personal del canal ha tenido que salir a hacer las veces de guardia de seguridad, ya entraron....." Y sí entraron. El grupo eligió a una chica, María Alejandra Cevallos, para que hable al país, se exprese. Ella, muy desenvuelta, expuso que junto al resto de manifestantes estaba ahí para hablarle al presidente y decirle que se estaba equivocando, que debía escuchar a la ciudadanía, que no podía romper algo que a la Asamblea le había tomado tantos meses. Luego se sospechó (no quiero decir supo) que ella es la asambleísta alterna de un asambleísta del Partido Social Cristiano.

Más allá de su partido político que ella jamás reconoció porque estuvo frente a las cámaras como estudiante de derecho, lo que más me indigna o me causa confusión es cómo "esta masa enardecida que rompe puertas" luego se organiza y elige a una representante para que salga a las cámaras tan pacíficamente. Totalmente incongruente. Demasiadas dudas. La chica luego confesó, dos días después, de que le cortaron la entrevista y los presentadores seguían entrevistándola pero esa señal no fue transmitida. Estos espacios, el canal del Estado, los llenó con entrevistas viejas, audios de la tarde, imágenes de la mañana...era un collage que se proyectaba y causaba tremenda confusión.

Mientras la comunicación del gobierno se burlaba de nosotros, los militares aparentemente planeaban el rescate al presidente que para mi parecer no pudo ser más fracaso. Un muerto en ese enfrentamiento, una persona murió en el enfrentamiento entre policías y militares...una balacera de 40 minutos nos tuvo a los ecuatorianos con los pelos de punta. Parecía una película, una pesadilla, una escena de esos programas "realities" que muestran las capturas a delincuentes. Parecía todo menos real. "Por fortuna" (no estoy segura si ese es el término) a las 8 de la noche dos canales -Teleamazonas y Ecuavisa- retomaron su señal y transmitieron la información. Yo cambiaba de un canal a otro, ambas imágenes escalofriantes; las voces de los reporteros inundadas de un terror evidente. Tal vez irrelevante para unos, pero no para mí, uno de los presentadores del noticiero -Espinosa de los Monteros- soltó una frase como "Antonio, ayúdanos con una buena toma" al dirigirse al camarógrafo. Supongo que él también estaba nervioso, al igual que todos, pero....

Rescataron al presidente. Saldo: 3 personas fallecieron. Tras el rescate Correa apareció afuera de Carondelet, en el balcón con sus allegados, un público con banderas verdes lo esperaba en la plaza dándole aliento. Las luces, las pantallas gigantes, la exagerada organización en un día tan caótico también despierta duda y confusión. Tras su intervención, donde apareció peinado, casi pulcro, la transmisión tuvo un par de minutos de pausa y luego de nuevo, cadena nacional. Confieso que para ese entonces, mi mente, corazón y estómago, no soportaban más televisión, más confusión, más violencia, más acusaciones, más odio...me aislé de la TV, pero no del Twitter...

Error, grave error. Aparentemente sigo a muchas personas que odian a Correa y sus Timelines desbordaban insultos y todo tipo de pensamientos, deseos negativos hacia él. Ese día no apoyé nada, solo estaba confundida, insegura de casi todo; de lo que sí estaba segura, y todavía lo estoy es que todos esos comentarios, testimonios viscerales llenos de ira y odio, solamente empeoraban la situación de quien lo decía, escribía y pensaba tanto como de la persona que lo recibía porque sí, los pensamientos y emociones aflictivas pueden ser muy poderosos.

Acabé mi día desgastada, triste, decepcionada e intrigada sobre qué sucedería el día siguiente. Solamente quería que se termine aquella pesadilla. Me costó demasiado dormir, me imagino que millones de personas sintieron lo mismo.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Ir más allá

Mil veces me han planteado: "¿Qué harías si estuvieras cubriendo un terremoto y tienes que elegir entre ayudar a una persona a salvarse o reportar lo que está sucediendo a tu medio?". He tenido varios consejos por parte de profesionales, de profesores de la universidad y de colegas. Todos varían, hay quienes cumplirían con su labor periodística sin dudarlo mientras que hay otros que lo dudarían y por supuesto aquellos que no tolerarían no ayudarían y tenderían su mano.

Yo elegiría la última opción, sin duda. No me ha pasado todavía algo parecido pero las veces que he podido hacer "algo más" que periodismo, lo he hecho. El año pasado hubo un incendio en la Isla Trinitaria, un sector en la periferia de Guayaquil donde habitan miles de familias de escasísimos recursos. Cuando llegué al sitio noté que decenas de personas se movilizaban de un lado a otro. Doce horas antes se habían quemado alrededor de 30 casas dejando sin hogar a cientos de personas, no puedo recordar la cifra exacta pero lo que sí recuerdo es que en esos estrechos espacios de caña habitan entre 4 y 8 personas entre padres hijos abuelos y tíos.

Las personas caminaban en busca de ayuda ya que varias organizaciones gubernamentales, no gubernamentales y delegados del municipio, acudieron a asistirlos. Entregando sus datos para anotarse en la lista de posibles beneficiarios de nuevas casas, pidiendo las fundas de víveres que algunas instituciones habían preparado o empujándose para obtener un tarro de leche que otra empresa llevó a regalar. Esa escena se repetía en varios puntos de la zona donde las casas vecinas que se salvaron del fuego estaban todas con sus puertas y ventanas abiertas, sus habitantes en las polvosas calles y algunos intentando cazar algo haciéndose pasar por afectados del incendio.

Observé durante varios minutos, no llegó a ser una hora porque aproveché el tiempo entrevistando a varios afectados quienes me narraron sus historias de cómo habían vivido el incendio. Vi cómo una delegada de una institución entregaba un vaso de leche y un guineo a cada niño que se encontraba en un refugio y vi, también, como la madre obsersaba el alimento con "ojos de hambre", me confesó que no había comido hace 24 horas. Como ella había decenas de mujeres, madres de familia con mínimo tres hijos, no me atrevo a decir el máximo porque me arriesgaría pero eran cantidades que me despertaban la duda de cómo se puede vivir en extrema pobreza con casi una decena de hijos que mantener.

La frustración, pena y compasión me acompañaron durante esa cobertura. Quería hacer algo más, ir más allá del artículo que iba a publicarse en el medio. Quería quedarme y ayudar a repartir las cosas que habían traído varias empresas. Quería hacer muchas cosas además de escribir.

Cuando llegué a la redacción me senté a escribir todo lo que me había impactado. Elegí las tres historias que cabían en el estrecho espacio que me habían asignado para el texto, y escribí.

Al terminar, envié un mail a mis compañeros de trabajo, a mis amigos cercanos a los no tan cercanos, a cualquier persona que creía que podría ayudarme. Les pedí que revisen sus closets y hagan fundas de lo que "ya no quieren" y de lo que quisieran regalar. Les expliqué la situación y les indiqué que yo podría recoger las fundas. Reuní una cantidad considerable y la semana siguiente hice una pausa en el trabajo y llevé las fundas a uno de los refugios donde pude observar la entrega de la ropa. Las encargadas intentaban mantener orden pero se creó cierto desorden porque muchas y muchos querían la misma prenda. Con peleas o sin peleas entre ellos, la escena me alegró el día, no me llenó porque hubiera querido hacer más por ellos, no sé qué pero algo. Espero que si se me presenta una situación similar, las circunstancias me permitan repetir esta acción y hacerlo aún mejor.

Crudo pero cierto

Han pasado varios meses, tal vez ya un año desde esta experiencia por eso los detalles creo que no serán igual de claros como si los hubiera escrito en ese momento.

Visité la Penitenciaría del Litoral, comunmente llamada la cárcel de hombres de Guayaquil. Fui porque supe que en un pabellón un empleado de la cárcel -que había comenzado como supervisor- había implementado una serie de talleres para capacitar a los reos en Derechos Humanos. Me encontré con el señor en el exterior del lugar, pero como se demoró en llegar tuve tiempo para observar mi alrededor. La cárcel está ubicada en plena Vía Perimetral, donde priman los buses y camiones y todos los autos creen que es una pista de carrera por las altas velocidades a las que conducen sus choferes. Entre la carretera y las rejas el espacio es mediano, suficiente para que afuera de las rejas y a lo largo de la pared que cubre la Penitenciaría, se forme una fila de unas cincuenta mujeres.

Eran las esposas, novias, mamás, tías o "algo" de los presos. Algunas con algún paquete en sus manos, otras soteniendo a bebés o tomando de la mano a niños pequeños. Era el día de visita y sus rostros de ansiedad revelaban la impaciencia de esperar ese momento de encuentro. En la entrada un chequeo obligatorio: revisar qué lleva en las manos y tantear si lleva algo prohibido en la ropa.

Cuando llegó el entrevistado, cruzamos la puerta donde observé de cerca estas precauciones que toman los guardias con las visitas. Como era la época que la gripe porcina estaba en auge, me tomaron la temperatura y con una paleta en mi lengua el doctor verificó que estaba sana y me dejó pasar. Luego de esa garita caminé por unos cinco minutos hasta llegar al edificio que por fuera parecía de una estructura sencilla pero al entrar noté que estaba dividido de una manera extraña, por pabellones.

Era mi primera vez en la cárcel, había oído a colegas contar sobre la organización interna. Que existen muchas mafias, que cada pabellón se diferencia muchísimo de otro porque depende de cómo se lleven los prisioneros de cada uno. Que no hay uniformidad sino desorden. Varios rumores que confirmé pero un aspecto que jamás había consultado y que de hecho jamás había considerado era sobre las celdas. Yo creía que ellos estaban tras las rejas todo el tiempo o al menos había más control sobre aquello. Me equivoqué.

Cuando me di cuenta que la entrada -como lobby- del edificio había terminado, divisé un gran corredor enfrente mío. Un poco oscuro porque la luz solo entraba a través de unas ventanas pequeñas y unas puertas que aparecían a los lados cada 200 metros. Entré y noté que habían muchos hombres a lo largo del corredor, unos parados, otros sentados, solos, en compañía, riendo, fumando...algunos me miraban fijamente, otros sonreían. Yo caminaba en medio del entrevistado -un tipo bajito (de no más de 1,65 metros), regordete, tez canela, con lentes, vestido de terno- y el fotógrafo que me acompañaba -metro ochenta y pico quizás, de aspecto fuerte-. De cualquier forma me sentía segura, no por ellos, aunque estoy segura que jamás podría haber atravesado ese corredor sola, pero por dentro estaba convencida que nada me iba a pasar solo que no pude ocultar mi sorpresa al notar que todos los que me rodeaban eran presos que quién sabe porqué pero estaban ahí como si nadie los estuviera controlando.

La caminata por ese pasillo se hizo eterna. Los olores me mareaban: orine, basura, caca, marihuana, fritada, grajo. Mientras avanzaba los iba distinguiendo y me sorprendió como en un espacio no tan extenso puedan pasar tantas cosas. Finalmente entramos por una de las puertas laterales. El entrevistado me explicó que era el pabellón donde el instruía a los reos en DDHH. El ambiente allí cambio, el olor mejoró y hasta entraba más luz.

Luego de entrevistar al señor, me presentó a un par de miembros de ese pabellón. Uno de ellos se empeñó en contarme su historia. Era actor de teatro y me confesó que habúa actuado con Osvaldo Segura, algo que por la forma en que lo contó, lo enorgullecía mucho. Había llegado ahí por mula, pero no era la primera vez que lo hacía, de hecho me juró que nunca se hubiera imaginado que lo iban a atrapar. Narró una historia que, al salir de ahí mientras regresaba a la revista, me pareció muy exagerada para ser real. Vivía en España, luego de algunos viajes como mula había logrado acentarse en Madrid donde tenia un piso, incluso un carro y -según él- gozaba de un digno nivel de vida. Fue inevitable sentirme extraña, la empatía floreció en mí como en miles de casos. Pero hubo un momento que me marcó más y fue cuando me confesó que él lo volvería a hacer, que ahora conocía en qué había fallado y que ahora sí no lo iban a coger jamás. Sentí frustración e intenté explicarle que estaba equivocado, me escuchó y entre las cosas que me respondió fue que llevaba ya mucho tiempo ahí y que quizás estaba enloqueciendo pero que en realidad daría lo que sea por salir y si lo lograba jamás quisiera regresar. Sentimientos encontrados, en él quien estaba más confundido que yo.

Fue una tarde muy intensa, extraña. Además de él, conversé con otros más quienes compartieron anécdotas de sus vidas. Eran las 11h45 y el dirigente me ofreció comida y a pesar de que me negué agradeciendo, a los 10 minutos me sirvieron en un plato plástico, una montaña de arroz blanco junto con una ensalada de lechuga atún y cebolla. Con cuchara por supuesto y una servilleta improvisada al momento en base al papel higiénico. Comí sin hambre pero con educación. Agradecí la atención y el tiempo de todos y me marché.

Al regreso en el carro un desorden de sentimientos invadieron mi cabeza y corazón. No se publicó el artículo, no era un tema que encajaba en alguna sección. En estas líneas no he contado nada sobre el enfoque del reportaje en sí, quizás porque realmente de lo que me hubiera gustado escribir era sobre las historias de los reos no sobre un curso que ocupaba una fracción de su día y que a pesar de que los distraía a la larga no "cambiaba su vida" como afirmó en algún momento mi entrevista. Crudo, triste pero cierto.

Practicar lo que predicas

La frase es tan trillada pero a la vez tan útil para un sinnúmero de situaciones, como la de hoy. Tuve que matricular el carro, era la segunda vez en la semana que iba a la Comisión de Tránsito, hace tres días me dijeron que en 48 horas habilitaban "ni se qué cosa" que regrese el viernes. En ese interín me topé con un conocido, que hace unos seis años fue mi amigo; me saludó y me preguntó qué trámite hacía, si me podía ayudar y le repetí lo que la chica del mostrador me indicó. Él revisó mi comprobante de pago de matrículo y me confirmó que de hecho, debía regresar en dos días.

Lo hice: llegué y tomé mi ticket: D35. Me senté donde me indicaron y en la pantalla decía C91. En otras instituciones públicas, como se realizan tantos trámites por lo general las letras antes de los números indican el tipo de trámite. Cuando miré mi ticket y lo comparé con la pantalla pedí que así también sea ahí, que la teoría de C y después D sea falsa porque si no, faltaban 44 turnos. Pero me equivoqué.

Esperé dos horas con diez minutos (lo sé porque revisé un mensaje de texto que había mandando contando que tendría una larga espera). Por fortuna fui precavida, tenía en mi cartera Purgatorio de Tomás Eloy Martínez. Me sumergí en el libro y las horas no fueron para nada pesadas. Cuando finalmente vi mi número brillar en el letrero me acerqué al cubículo. Una señora me atendió amable pero se demoró en entregarme los papeles porque la impresora no servía.

Mientras tanto apareció mi amigo, conocido que trabaja ahí y me sonrío diciendo: "¿Por qué no me dijiste que estabas aquí para ayudarte? ¿Llevas mucho tiempo esperando? Me hubieras avisado". Le devolví el gesto y contesté: "No te preocupes, hice lo que debía hacer, esperé como se debe; aparte traje un libro. Gracias". El chico se río y no sé qué debe haber pensado; quizás que soy una loca porque prefiero hacer la fila en vez de hacer un trámite largo o tal vez que soy una malagradecida que rechazo su amabilidad. Sea lo que haya pensado me sentí tranquila, al igual que cuando saqué mi licencia, mi pasaporte y mi última cédula; todo como "debería de ser". Suelo quejarme y lamentarme por la corrupción que inunda hasta los más pequeños rincones del país entonces creo que para que mi queja sea válida debo -y lo hago con gusto- defender mi postura no solo con palabras sino con mis actos.

Me pregunto qué pasaría si los ecuatorianos, al menos los guayaquileños o por últimos las personas cercanas a mí, hicieran todos sus trámites "por la derecha" como algunos dicen...Creo que todo resultaría mejor, hasta más ágil tal vez. Si ellos no eligen lo que yo, entonces les exijo que no se quejen de la corrupción "del país" porque el país son ellos y ellos están siendo corruptos y encima osados.

domingo, 29 de agosto de 2010

Agradezco por mi libertad

Entrevistar a un personaje de Cartagena, "alguien que tenga algo que contar" fue la consigna del profesor. Elegí visitar la cárcel. Llevaba tres semanas en aquella ciudad y conocía menos de la décima parte de su territorio. Peor aún, sentía que conocía solo lo bonito, lo turístico, las postales.

Elegí ir a la cárcel; sabía que ahí encontraría más de una historia para contar. Al comienzo tenía planeado conversar con los guardias del lugar, me parece un trabajo interesante, creo que son personas que guardan muchas historias durante su vida. Pero los guardias de seguridad son OTRA historia.

Llegué al sitio, la cárcel de mujeres de Cartagena, y a diferencia de la única cárcel que conozco (la penitenciaría de hombres del litoral en Guayaquil) el ambiente se sentía muy relajado.

Hay 55 presas pero prefiero decirle mujeres privadas de su libertad porque ese término o reas me parece muy fuerte. No estoy escribiendo en ningún medio así que aquí me permito los eufemismos. Recorrí la estructura de cemento. Blanca.

Relativamente amplia. Unas cinco mesas plásticas esparcidas en el sitio. Unas 15 mujeres sentadas en sillas; unas conversando, otras tejiendo y otras simplemente mirando por la ventana. Ese lugar de descanso hace las veces de sala de estar, pero ahí no duermen. Detrás de él hay un corredor, ahí sí hay rejas...y diez celdas. Las mujeres duermen dividas de acuerdo a una organización un tanto arbitraria. Es decir la cantidad por celda no solo depende del tamaño de esta sino de la relación que tengan ellas. Al final de las celdas que están a los lados, hay dos más, de frente. En cada una habita solo una persona; ellas son las que han estado más tiempo en la penitenciaría y pidieron su espacio a solas.

El ambiente que se respira no es de tensión, es tranquilo, incluso un poco triste, por momentos de depresión. En mi recorrido por las instalaciones saludo a una de ellas. Sentada en una silla plástica tejía un gorro frente a una ventana por donde entraba mucha luz. Saludo pero no respondo; se para y yo le digo que no se preocupe y me voy. La incomodé y me sentí terrible. Invadí su espacio, su único espacio.

Tuve la oportunidad de conversar con una de las reas, Mercy, la que lleva más tiempo en la cárcel. Mientras hablábamos sacó una caja de madera pintada con varios colores, dentro de ella guardaba decenas de pares de aretes que ella y otras de sus compañeras habían confeccionado días atrás. Mientras arreglábamos los aretes comenzamos a conversar. No podía dejar de sentir compasión, cierta empatía con ella...sabía que mi razón de estar ahí era cumplir con una tarea pero cuando estás frente a alguien que sabes que solo recibe visitas los domingos y que lleva más de cuatro años dentro de un mismo sitio, es imposible que tu labor de periodista se limite a eso.

No sé porqué escribo estas líneas, tal vez sea para compartir cómo es aquel sitio o simplemente es un desahogo de cómo me sentí en ese momento. Valoré, una vez más, mi libertad. Pero no desde el punto de vista de "puedo hacer lo que quiero" sino literalmente poder movilizarme y no tener alguien o algo que me lo impida. Me dijo que un día se levantó de madrugada y vio el techo se viró y vio las paredes -las mismas de hace cuatro años- y al darse cuenta que no podía salir porque su reja estaba con candado, comenzó a gritar.

Me contó muchas cosas más, que en vez de contarlas en esta entrada, las pueden leer en esta: http://bit.ly/9TIazz. Hablamos durante tres horas. Le compré tres pares de aretes, al final ella me regaló un rosario creado por ella.

sábado, 28 de agosto de 2010

Cada uno vive su propia cárcel

Mercy Capre es la interna de mayor antigüedad en la penitenciaría de mujeres en Cartagena. No se lamenta mientras cumple sus cuatro años y medio de condena.


“Mi habitación es al final del pasillo, la última”, expresa Mercy Capre mientras señala una de las diez celdas de la cárcel de mujeres de Cartagena. Las cincuenta presas que cumplen su condena en este penal se distribuyen de acuerdo al tamaño de las celdas; en las más amplias duermen seis o siete, en las más pequeñas tres o cuatro. Ella tiene una individual: “me la dieron hace dos años porque me he portado bien”. Prefiere llamarla habitación porque no le gusta acordarse que está en la cárcel.

Llegó hace cuatro años y medio, un 23 de diciembre. “El primer mes fue de luto. Pero cuando me di cuenta de que empezaría otra vida me dije ‘tengo que aprovechar el tiempo acá’; cada uno vive su propia cárcel y yo no quiero que mi estadía sea un desperdicio”. Desde hace un año y medio es la encargada de la venta de artesanías de sus compañeras. De 8h00 a 17h00 se traslada afuera del penal y bajo una carpa azul, custodiada por un guardia, arma su local de venta de aretes, pulseras, muñecas, porta aretes, cajitas decoradas; todas son manualidades elaboradas por las internas. No solo vende para mantenerse distraída sino que sus ocho horas diarias laborables sirven para reducir su condena. El sistema carcelario de Colombia cuenta con este sistema en el que las presas pueden acortar su tiempo en el penal de acuerdo a su comportamiento y actividades productivas que realicen.

En enero de 2006 se inscribió en un curso de pintura para telas. Fue el primero de muchos, no recuerda cuántos han sido, pero intenta calcular contándolos con sus dedos: punto de cruz, artesanías, enfermería, maquillaje, conciliación. El que nunca olvida fue el de bachiller: “hice los dos años que me faltaban de secundaria. El día de la graduación la directora del penal me dio permiso para ir a reclamar mi diploma”.

Los talleres y demás actividades para las internas son y opcionales; ella los ha cursado todos. Lo que aprenden lo plasman en sus creaciones y ella lo vende. “Tengo que ganar algo para comprarme mis cositas, mi champú, desodorante y si me da hambre de noche tener para un pancito”. En el penal les proporcionan tres comidas diarias; los artículos de aseo, en cambio, corren por su cuenta. Aunque carece de ingresos fijos, calcula que gana entre 150 y 200 mil pesos al mes que invierte en comprar nuevos materiales para sus manualidades y aún puede guardar una parte para sus hijos. Tiene cuatro (19, 18, 8 y 7). “Cuando me fui los dejé chiquititos”, cuenta la madre soltera de 37 años mientras enseña un par de fotografías pegadas en la pared.

Separarse de su familia fue lo más difícil; lo sigue siendo. Por eso espera con ansias el domingo, día de visitas. “Solo vienen mis hijos porque aquí se perdió la tía, la prima, la amiga; mi madre ha venido pocas veces porque dice que le hace mal”. Disfruta las visitas y odia cuando se acaban. Jose, el único hombre y el menor, siempre protesta a la hora de irse. “Yo no te voy a pedir nada, solo me quiero quedar me dice Jose y hace escandalosas pataletas; unas compañeras lloran cuando lo ven llorar a él…me da muchísima pena”. Cree que su madre vive en un hospital, ella dice que es muy pequeño para entender la situación y prefiere engañarlo para no lastimarlo más. Se le corta la voz pero se consuela repitiendo que ya falta poco para regresar a casa. Hace tres días le entregaron sus papeles de libertad, están en proceso de revisión y debe esperar entre dos y cuatro semanas para salir.

Para no “pensar tanto” ocupa su tiempo leyendo. Le gustan las novelas románticas pero ahora lee “Los pájaros”, una novela que Alfred Hitchcock llevó al cine. “Me gustan sus películas de terror; entonces quise leerlo también”, cuenta riéndose. Desde que está en la cárcel ha leído seis veces la Biblia, asegura que antes yacía en un estante de su casa y “servía para proteger su hogar”. Ahora se ha convertido en su apoyo y confiesa haberse reencontrado con el Señor; acude a la misa que celebra todos los martes un cura que las visita. “Por algo estoy aquí, algo me iba a pasar ahí afuera; Él sabe lo que hace”.

Cuando se siente intranquila se arrodilla y le pide paz. Siempre ha funcionado menos en una ocasión. “Una solita vez a la 1 de la mañana me levanté y me vi encerrada en el cuartito, sentí que se me bajaba algo y empecé a gritar de la desesperación; me sacaron del cuarto porque me estaba asfixiando”. Confiesa que a ratos sí se desespera, como cuando su hija la llamó y le avisó que la hermana menor estaba muy enferma en el hospital. “No me dieron permiso para visitarla (cuando lo pido con anticipación si me lo conceden), por varios días no pude dormir y el doctor me mandó unas pastillas para la ansiedad”.
Intenta mantenerse ocupada para que no surjan los pensamientos de encierro y desesperación. Desde hace un año que es presidenta del Comité de Derechos Humanos y actúa como mediadora entre la directora y sus compañeras. Cada celda tiene una representante que le informa de si se presenta algún inconveniente entre ellas. “Solucionamos el problema antes de que salga de las rejas”. Se reúnen para conversar y llegar a un acuerdo: “me encanta participar como mediadora y ayudarlas”.
¿Qué harás cuando salgas? “Dormir, dormir, dormir y dormir”, responde riendo. En la cárcel se dio cuenta que cuando estaba libre se concentraba demasiado en su trabajo y no aprovechaba los momentos con su familia. “Voy a recuperar el tiempo perdido con mis hijos y seguiré refugiándome en el Señor”. Dice que regresará a la cárcel, “pero de visita, tengo muy buenas amigas acá que no quisiera perder ni que ellas me olviden”.

martes, 17 de agosto de 2010

Malicia

Lo sospeché desde un principio. Cuando miré atrás y me di cuenta que mis motivaciones para elegir el periodismo se resumían en ayudar a los otros, noté que no estaba en la misma sintonía que el resto. Me sucedió en una sala con 17 periodistas; discutían sobre el límite que no debe cruzar un periodista para no involucrarse con el entrevistado. Esto, porque suele pasar, que nos "encariñamos" demasiado con él o ella y le creemos todo. Tiene demasiada lógica el planteamiento, pero como ser humano, mis sentimientos -casi siempre- priman sobre la razón...y sé que hay ocasiones que debería ser lo contrario, lo sé.

Tuve que escribir una entrevista romanceada y las críticas de los demás apuntaban a que me dejé convencer por el personaje, que debí ser más escéptica y fría. No se trataba de un tema coyuntural, de política o de información que debes "saber extraer" del entrevistado, era un entrevista que buscaba el lado humano de alguien que sí tenía sus secretos y que al parecer no logré obtener. Creo que me los contó a medias, pero también creo que en ese momento no me importó. Fue mi error. Me di cuenta después de lo que había hecho y todas las opiniones con respecto a la entrevista apuntaban a que "no estaba mal" pero que le faltaba "malicia". Que horrible palabra y qué pena que ese sea el ingrediente que debo agregar a mi forma de hacer periodismo. "Desconfía de las personas, duda de todo"...yo sé, yo sé...pero a veces me harto de eso, a veces no me gusta pensar lo peor de todo. Me gustaría poder controlar mejor esa falencia.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Brevísima autobiografía

Para postularme a un taller sobre periodismo me pidieron: Una autobiografía, de máximo 800 palabras, que haga énfasis en la experiencia periodística personal y en las motivaciones para asistir al taller. A pesar de que en otras entradas he omitido los nombres de los medios en que he trabajado, aquí los revelo. No hay secretos, esto es un blog y al fin y al cabo para eso sirve, para poder escribir lo que no puedo "allá".

Aquí va:


El primero de marzo de 1988 llegué a este mundo y mis padres –Marta y Enrique- me llamaron Isabela. Mi hermana Cristina me acompañó desde pequeña en mis experiencias que definieron los modos en que vivo mi vida. Desde temprana edad, los mayores me catalogaban como curiosa, quería saber todo; preguntaba tanto que llegaba a cansar con mis cuestionamientos. Conversar siempre fue una práctica que disfruté al máximo, pero estas charlas no solo eran sobre temas triviales sino que también me interesaban los temas existenciales.
Entre las experiencias que viví de niña que influyeron al momento de elegir mi profesión años más tarde, figuran las visitas que realizaba –junto a mis padres- a asilos y escuelas de niños de nivel socioeconómico bajo. Durante estos encuentros me mostraba interesada en compartir con ellos.
Durante mis estudios procuré rendir de la mejor forma posible. Estaba consciente, y aún lo estoy, que para obtener un resultado que me satisfaga, debo poner todo de mi parte; es mi filosofía al momento de trabajar. Creo que mi deseo de aprender sobre diferentes temas es lo que me ha mantenido activa siempre.
Este aprendizaje constante fue una de las razones que me enganchó para elegir al periodismo como profesión. Al graduarme no estaba segura qué iba a estudiar, solo sabía que cualquiera que fuese la profesión que elija esta tenía que –de alguna manera- beneficiar a terceros. Las opciones se resumieron a dos: leyes, porque quería defender a los otros, y periodismo porque la vi como una puerta para realizar esta suerte de “misión de vida”.
Entonces tomé la decisión de estudiarla pero luego descubrí que la palabra estudiar no es suficiente para describir lo que significa el periodismo. Conocer la teoría fue interesante, pero el punto de quiebre se dio cuando comencé a trabajar en un medio. Fue en Diario El Telégrafo. Recuerdo mi primer día con claridad; como el diario estaba reestructurándose, mi editora directa no se encontraba, quedé a cargo del coordinador de sección. Él, en su afán de que “haga algo” mientras estresado resolvía otros asuntos, me propuso que vaya a los Juzgados de la Niñez y Adolescencia y encuentre los problemas de las madres que cobran la pensión alimenticia.
Fue mi primera salida a la calle, sola y sin saber exactamente la dirección del sitio donde debía ir; como era cerca me indicaron que camine. Al llegar, los nervios aumentaron y se sumó el miedo; este se rompió cuando me atreví a cruzar esa barrera que me impedía acercarme a aquellas mujeres haciendo largas filas fuera del edificio. Empecé a conversar, a preguntarles sobre su percepción del servicio que ofrecían los juzgados, y así me fui soltando y pasé una par de horas en compañía de las señoras.
En ese primer encuentro aprendí varias cosas que en las siguientes reporterías se repitieron. Noté como las personas al descubrir que era periodista, sentían cierto apoyo de mi parte y comenzaban a narrarme sus problemas con el afán de que yo pueda ayudarlas a resolverlos. Me di cuenta que la responsabilidad que llevaba en mis manos aumentaba a medida que me involucraba más con las historias.
Durante casi un año tuve la fortuna de trabajar para dos secciones que abarcaban un área del periodismo fascinante. Zona Ciudadana intentaba recoger historias de ciudadanos cuyos derechos hayan sido vulnerados; mediante reportajes se denunciaban estas irregularidades. Y Diversidad, la otra sección, otorgaba un espacio para los grupos más vulnerables de la sociedad. Compartir momentos con gente variada -con Síndrome de Down, ceguera, o incluso transexuales- me enseñó que esta diversidad que nos rodea debe ser mostrada y como periodista es mi deber visibilizarla. Durante esta etapa también conocí a Kapuscinski y me enamoré de él; lo tomé como mi mejor referente.
Debido a las exigencias de mis estudios, abandoné el periódico -luego de onces meses- y pasé a la revista Vistazo. Los temas que tuve que abordar allí eran de otra índole; la sección se denomina País y trata temas de actualidad. En Vistazo los retos fueron diferentes, aprendí a investigar temas más complejos presentes en el ámbito político pero también intenté –y creo que logré con cierto éxito- proponer tópicos con tinte social. Mi gusto y preocupación por estos temas llevaron a que mis colegas me cataloguen como la periodista con conciencia social (y luego ecológica porque era la única que me preocupaba por tomar en cuenta esa área).
Me desvinculé de la revista para tener más tiempo de realizar mi tesis de grado, pero sigo colaborando como freelance. Considero que estoy en una etapa clave de mi carrera, a cuatro meses de graduarme pero con ganas de seguir aprendiendo. Admiro a Miguel Ángel y sé que sería el mejor profesor para reafirmar mis conocimientos y por supuesto mejorar en todo lo que pueda.

Descuido

Cuando me acuerdo de este acontecimiento río con cierto alivio de que haya pasado tanto tiempo y ya no afecte mi sistema nervioso. Por otro lado lo recuerdo con demasiada claridad y salta a mi mente cada vez que debo titular un artículo que sé que se puede prestar para malinterpretaciones.

Me dediqué a investigar cómo los almacenes violaban el derecho que tienen los ciudadanos a devolver los artículos que han comprado si es que éste presenta fallas, al no recibírselos y devolverles el dinero. Primero averigué sobre las denuncias en la Defensoría del Pueblo donde existían estos casos y luego recorrí los almacenes de electrodomésticos ya que descubrí que era en estos donde se presentaban más estos casos.

Durante la reportería, los empleados de estos almacenes me negaban que se podía devolver el artículo comprado (como lo estipula el artículo de la ley de defensa al conusmidor) y cuando intenté hablar con los encargados de los locales o empleados de mayor rango, como siempre, ponían trabas.

Publiqué el artículo y lo titulé algo como "empresas incumplen derecho a devolución" porque mi reportaje explicaba exactamente este tipo de situaciones. Lo que no me percaté fue que el "derecho a devolución" estaba estipulado en la la ley de defensa al consumidor y tenía unos puntos específicos que los almacenes sí cumplían.

Al grano: recibí una llamada del presidente de asociaciones de vendedores de electrodomésticos reclamándome que estaba desprestigiando a estos almacenes sin fundamento. Él me exigía, amparándose en su derecho de réplica, que publique una página retractándome. Le expliqué cómo había hecho el artículo y cómo cada letra escrita era cierta, nada especulativo. Sinceramente: me moría de miedo! Llevaba máximo ocho meses haciendo periodismo y por un momento creí que sería el fin de mi carrera. Por miedo no lo compartí con mi editora de inmediato si no que esperé que se calmen las aguas. No se calmaron, el señor me envió un par de mails que no respondí (el insistía que publique mi disculpa) y también me llamó...no respondí.

Un buen (mal) día mi editora me preguntó quién era Equis persona, que la había llamado a ella a reclamarle. Y me contó la historia. Ahí le confesé lo que pasaba y la primera pregunta fue: "Estás segura que todo lo que escribiste es cierto?" Respondí asintiendo. Por ese lado, siempre estuve aliviada, pero temía que no me dejen escribir más o que el señor demande al diario...alguna situación más drástica.

La solución: llamé a un abogado de la Defensoría a quien le planteé el problema y fue él quien me tranquilizó y explicó que el salto del presidente de esta asociación era porque mi título aludía a un derecho que ellos cumplen -en parte- y que de hecho podía prestarse a malinterpretación.

Al final todo se solucionó, yo no publiqué la "disculpa" pública porque tras el asesoramiento descubrí que no era necesaria, que todo lo escrito estaba en orden. Lo que aprendí fue a ser más precavida de lo normal...creo que es una característica que todos los periodistas debemos tener y que lastimosamente algunos descuidamos. Por eso es que existe el fe de erratas, sé que todos podemos equivocarnos, pero los periodistas debemos hacerlo menos!

martes, 3 de agosto de 2010

Tiempo de prueba

En abril sufrí una pseudo crisis de profesión. Varios factores influyeron para que me dé cuenta que el periodismo está contaminado en la mayoría de sitios, que son pocas las excepciones de quienes lo ejercen de una manera entregada.

Me alejé por un par de meses de él, pero de alguna u otra manera julio fue un mes positivo, de reencuentro con el oficio. Para mi tesis de la U tuve que escribir crónicas urbanas, perfiles sobre personajes que trabajan en las calles. Para esto dediqué varios días de reportería que me hicieron recordar cuánto me encanta estar fuera de una oficina, cómo disfruto escribir y contar este tipo de historias.

A mediados de ese mes me enteré que me aceptaron en un taller de periodismo, que duraba un mes y era en otra ciudad. Me vine, sigo acá y aquí es donde esa leve crisis que sentí en abril, ha resurgido. Pero esta vez ha sido diferente porque mis dudas son producto de los comentarios de un reconocido periodista quien dicta el taller.

- Que el periodismo es para contar lo que está mal no lo que está bien
- Que el periodismo no es para cambiar a la sociedad, que si en el camino eso pasa, bien, pero que no es su misión
- Que el periodista no puede involucrarse con la causa, sino contar lo que sucede pero no ser activista

Entiendo que todas estas posturas son porque el periodista es un profesional que le debe a su lector, le debe una información clara, no sesgada y real. Sé que la realidad no existe, que hay muchas...pero tengo la obligación de no engañar a quien me lee. Digo esto en referencia al comentario del activismo. Es cierto que si me involucro demasiado con una causa, luego se reflejará en mi texto esa inclinación, pero en la práctica se me complica este distanciamiento con el tema. En próximas entradas contaré anécdotas en las que he terminado, de alguna u otra forma, involucrándome con lo que he escrito. Es que, sinceramente, no lo concibo de otra manera. Mi tema se publica, sin sesgos, como una profesional. Pero yo, como civil y persona con sentimientos (dejando a un lado la profesión fría) no puedo quedarme con los brazos cruzados. Si me entero de algo que sé que puedo ayudar, ¿por qué no hacerlo?

De nuevo me pregunto, ¿habré elegido bien mi profesión? ¿o tal vez debí estudiar gestión social o algo para poder ayudar más directamente a los otros? Espero no equivocarme porque me encanta lo que hago.

Solo una información extra
El título hace alusión a la introducción de mi horóscopo de hoy, pero no uno de periódico genérico para todos los piscis del mundo sino uno personalizado que toma en cuenta los mismos datos que se requieren para una carta astral (hora y lugar de nacimiento). No debería, pero lo copiaré para acordarme (cuando vuelva a leer esto) lo preciso que fue, cuando lo leí se despertó lo que estaba latente en mí.


Tiempo de prueba ***
Válido por muchos meses: Este es un período crítico en el que varios aspectos de su vida y de su experiencia son puestos a prueba. Especialmente aquellos que comenzaron a ser importantes hace alrededor de siete años. Muy a menudo esta influencia representa una crisis de identidad en la que se cuestiona qué hace con su vida. Puede sufrir una crisis de confianza y temer que haya realizado movimientos equivocados o se haya comprometido con algún curso de acción que no resulte beneficioso a largo plazo. Durante este período meditará y se cuestionará sobre todas las tendencias de largo alcance. No se ocupará de los asuntos triviales.
A veces un hecho en particular gatilla este período de examen de conciencia. Los demás pueden crearle dificultades, especialmente en los negocios o en su profesión. Quizá ya detectan los primeros signos de inseguridad que le afligirán durante este tiempo. Si son personas que normalmente compiten con usted, puede que intenten sacar ventaja de su aparente debilidad. Sus empleadores u otros superiores también pueden percibir sus sentimientos de inseguridad y cuestionar si usted es la persona correcta para el trabajo que esta realizando.
Usted debe reconocer que necesita cuestionarse sobre algunos aspectos de su vida durante este período pero no se quede temblando en un rincón. Haga un examen y realice todos los cambios posibles que le parezcan adecuados. Cualquier proyecto que haya comenzado hace siete años o cualquier aspecto de su personalidad que haya aflorado a la superficie en ese momento que realmente sea valioso, aún lo será después de dichos cambios. Este es un tiempo de prueba. Todo lo que logre atravesar este período saldrá mejorado y lo que no, desaparecerá. Dentro de poco usted entrará en un período de estabilidad muy fructífero que justificará lo que sucede ahora. En realidad, si usted está verdaderamente conciente de su vida y de sus objetivos no pasará por una crisis en absoluto. Tan solo examinará qué está funcionando y qué no. Las dificultades con el mundo exterior son indicadores de lo que debería estar haciendo.

Idealista

¿Es un error que los periodistas seamos idealistas?

Hace pocos días en un taller denominado "Cómo se escribe en un periódico", Miguel Ángel Bastenier dijo:

"Los periodistas debemos reconocer el mundo como es, no defenderlo por idealistas"

El contexto de su opinión fue el del racismo en Estados Unidos y cómo se ha superado enormemente pero igual surge de vez en cuando en todos los estratos socioculturales. Nos contó que se había enterado de un comentario de Hillary Clinton sobre Obama, ella dijo: "unos años atrás él hubiera estado sirviéndonos el café".

Ardí. A pesar de que esta situación está tan lejos mío y Estados Unidos ha tenido una historia tan compleja en el tema de discriminación racial, especialmente para los afroamericanos, sentí que me molestó que él haya remarcado ese comentario, tal vez porque lo sentí como una burla. Pero ese no es el punto.

El punto es que luego afirmó que los periodistas no podemos ser activistas ni luchadores de "causas", que no nos conviene involucrarnos tanto en lo que cubrimos, en los temas de los que escribimos. Un poco como si nuestro trabajo fuera informar lo que sucede pero no inmiscuirnos en eso.

Entonces me pregunto qué tan cierto es eso. Es un error afirmar que es bueno o malo ser idealista, no creo en los dualismos...por eso me chocó el comentario de que los periodistas no debemos serlo. Creo que ese fuego que se prende en mí cada vez que veo o me entero de una injusticia es lo que me inspira a seguir luchando por lo que creo. ¿Qué pasaría si no sintiera eso? Tal vez fuera más tranquila, menos preocupada pero no creo que sería la misma.

Los idealismos me mantienen ¿animada? (no estoy segura que esa sea la palabra adecuada) Mis posturas frente a temas sociales donde a las personas se le vulneran los derechos me permiten hacer un mejor trabajo, al menos eso creo.

No sé qué motivaciones tengan otros periodistas pero creo que las mías van por el lado de los ideales...

Misiones distintas

Lo he mencionado en entradas anteriores pero lo resumiré en una breve explicación: elegí mi profesión, el periodismo, porque creo que es una herramienta para mejorar el mundo, es parte de la huella que quiero dejar en la tierra; mi misión es hacer periodismo para ayudar a las demás personas.

Ahora estoy en un taller con un reconocido periodista español a quien admiro mucho, él se especializa en periodismo informativo y los temas que más domina son los de oriente medio. Introduzco al personaje para explicar que es alguien quien, con más de 40 años de experiencia en el oficio, tiene una concepción de periodismo única (no tan abierta). No voy a escribir lo que él define como periodismo pero sí citarlo sobre lo que considera que no lo es:

"El periodismo es probable que contribuya a mejorar la sociedad pero no es su objetivo"

Con todo el respeto que le tengo, discrepo totalmente, creo que el periodismo tiene misiones distintas. Tal vez porque precisamente esa fue la razón por la que escogí este oficio y realmente me choca que alguien afirme, con tanta convicción, eso...

Para mí, si bien el periodismo debe informar, educar y ayudar a reflexionar a los lectores, también puede y DEBE proponerse ser un agente de cambio, una herramienta para llamar la atención de quienes deben preocuparse por determinados temas. El periodismo sirve para dar voz a los que no la tienen y SÍ yo creo que este oficio sirve para construir una sociedad mejor, no podría concebirlo de otra forma porque le quitaría la razón principal por la que lo elegí, lo ejerzo y lo disfruto.

miércoles, 28 de julio de 2010

Nada de experiencia

Nunca se tiene suficiente experiencia pero creo que de todas formas el término está relacionado con los años y con la intensidad con la que se ejerza determinada actividad o se viva determinada situación.

Lo que sí creo que existe es el momento en el que la experiencia es nula para alguna situación. Narraré cómo fue esta experiencia, para mí, con el periodismo.

El 25 de febrero de 2008 ingresé a Diario El Telégrafo, en Guayaquil. Llegué hasta ahí porque una profesora de la universidad me consiguió la entrevista. Todavía me pregunto porqué confió en mi para ese trabajo, pero creo que fue el mayor regalo que pude tener como periodista. Antes de la experiencia en ese diario, solo había tenido clases teóricas en la universidad, materias aisladas donde me enseñaban ciertas cosas pero nada que me inspire a decir "esto es lo mío".

Y bueno, regresando a ese día a fines de febrero...estaba yo con unos nervios inexplicables. No tenía idea a qué iba, cómo sería, ni siquiera tenía una sección designada. Al comienzo me iban a asignar a una sección determinada pero salió el director y me envío a dos: Zona Ciudadana y Diversidad. Todavía no entendía de qué iba cada una pero estaba lista para lo que sea, con ganas de trabajar.

Mi editora estaba de viaje entonces el coordinador se "hizo cargo" de mí. Me dijo unas indicaciones muy fáciles -según él-: que vaya a los Juzgados de la Niñez y Adolescencia y vea los problemas de las madres al momento de cobrar la pensión alimenticia.

Yo ni siquiera sabía dónde quedaban, creo que con eso resumo lo perdida que me encontraba. Pregunté y me dieron un par de indicaciones; era cerca, pero igual quise irme en taxi por temor a perderme. El centro de la ciudad seguía siendo un misterio para mí. Y bueno, llegué e identifiqué esta larga fila de mujeres que esperaban "algo" entonces asumí que lo que pedían era lo de la pensión. La pensión es la mensualidad que los padres de familia deben pagar a sus hijos en caso de que se divorcien. El mecanismo existe porque luego del divorcio generalmente los hombres, en Ecuador, desaparecen y si fuera por ellos no pasaran un centavo a sus ex esposas e hijos. Estas situaciones ocurren generalmente en los niveles socioeconómicos bajos y medios bajos es por eso que los valores de las pensiones son relativamente bajos. Se supone que el valor debería cubrir la alimentación mensual del vástago. En este momento no recuerdo cifras exactas pero sé que me chocó un montón porque había una madre que cobraba 34 dólares al mes.

Eso quiere decir que ella debía hacer una larga fila, durante varias horas para recibir apenas ese dinero que pretende cubrir la comida de su hija durante treinta días. Inaudito, lo sé; pero real. Lo más triste de la historia es que las mujeres deben madrugar, están fuera del sitio desde las 6 de la mañana, a veces antes. Esperan hasta que los funcionarios lleguen a la hora que ellos decidan. La entrada es a las 8:30, supuestamente, pero por lo general "abren las puertas" a las 9.

Estaba ahí yo, novata completamente. Me costó al comienzo acercarme a las madres para conversar. Pero algo me benefició mágicamente. Tal vez era mi empatía con ellas. En realidad sentía su impotencia, dolor, indignación y demás sentimientos por el hecho de estar ahí durante horas y tener que padecer eso porque su ex esposo no es capaz de cumplir con lo mínimo para el hijo que tienen en común.

Conversé durante varias horas con ellas y regresé al diario. Conté todo lo que había visto, hablado, vivido. Mi coordinador me dijo que estaba bien pero me empezó a preguntar un montón de datos que desconocía, precisiones; además me pidió que entreviste a funcionarios de ahí dentro...por lo tanto debía regresar al día siguiente.

Lo hice, y fue mejor que el día anterior. De alguna manera me sentí más segura y creía conocer mejor donde iba y a qué iba. Creo que la reportería se alargó una semana, cuando en realidad debí hacer todo eso en dos días máximo. Como el diario donde iba a trabajar estaba reestructurándose, no había presión para que acabe antes entonces me dieron el tiempo que necesitara...

Ya no me acuerdo cuanto tiempo después la nota se publicó. Hoy la leo y me da un poco de vergüenza ver tantas fallas. Pero más que de la nota en sí me acuerdo de todos los pormenores que he intentado resumir en estas breves líneas.

Esa fue mi primera publicación como periodista, la que -de alguna forma- inauguró la mínima experiencia que sigo acumulando día a día.

Un desahogo

A mediados de marzo, durante dos días y medio, hice reportería para elaborar un tema sobre el sistema de salud en Guayaquil. Tuve unos días fuertes. Mi mamá y un amigo estaban fuera del país y les envié un mail con asunto "desahogo". Copiaré el texto porque creo que tiene más fuerza de la que pueda ahora proyectar en un nuevo texto:

Martes, miércoles y hoy he visitado cuatro hospitales y creo que además de lo que vaya a escribir para la revista y se publique (si es que se publica), debo desahogarme. Sé que existe mucha gente pobre en el país, lo veo en las calles cuando camino, pero una cosa es ver y otra conversar con esa persona. Una señora, de 35 años (pero que parecía de 45), con su bebé de 5 meses en brazos...chiquitito. Es su tercer hijo, no tiene esposo, el "marido" la dejó recién pero al parecer está acostumbrada a que eso suceda. Vive con sus padres y ella no trabaja; su papá le da para mantenerse. Está sentada en la sala de espera del Hospital Francisco de Ycaza Bustamante desde hace dos horas y tiene que esperar una más para que le den los resultados del examen de su bebé. Hace 15 días que él está enfermo y ella lo notó porque su hijo ya no ríe sino que se queja, está decaído y llora mucho. El bebé tiene aspecto muy débil, mirada de que "algo de duele", en todo caso una expresión de queja. Es muy triste ver a un bebé tan chiquito así...sufriendo. La mamá también sufre pero está un poco resignada, solo espera que le entreguen el papel y luego pasar a la sesión de nebulización para su hijo. Es la cuarta vez que acude ahí porque en las anteriores los diagnósticos no han sido los apropiados o al menos eso cree ella porque el niño no mejora...
En fin. ¿Cómo puedo yo estar aquí sentada escribiendo esto mientras hay millones de casos similares? Siento que DEBO hacer algo más...pero no sé qué es...por ahora escribirlo me ayuda, pero a mí..espero que lo que se publique muestre lo que quiero comunicar y "toque" a alguien más que quizás no va a hacer algo en concreto pero al menos su conciencia colectiva puede crecer, así sea un poquito....

viernes, 23 de julio de 2010

El supuesto cuarto poder

Detesto darle fuerza a este concepto de que los medios de comunicación son el cuarto poder; me parece una frase repetida que carece de sentido crítico. Sin embargo no puedo negar que los medios cuentan con ciertas características que los convierte en responsables de lo que piensa la sociedad.

.......

El párrafo de arriba lo escribí hace meses y para variar por falta de tiempo no pude concluirlo, pero intentaré seguir con la misma idea basándome en algo que viví hoy.

No me gusta decir que los medios son un poder más pero no dejo de escuchar "sí pues, es cierto, qué no leíste El Universo?" y no soporto que el tema de la inseguridad esté en boca de todos! ¿Cómo no va a estar si hasta en las agendas de los noticieros dizque más serios solo existe crónica roja? Sé que hace décadas las teorías de comunicación de Lasswell o Lazarfeld están caducas pero a veces pienso en Ecuador todavía se aplican en gran parte de la sociedad...la gente consume medios como si fuese un producto objetivo, como si esa fuese la verdad...

Noticia! La objetividad NO existe...jamás existirá. Entonces, (esto va para mí también que tiendo a ser un poco ingenua por no querer pensar maliciosamente) entendamos que lo que nos muestran los medios es solo la versión de ellos de los hechos, nada más! No pretendamos leer o escuchar lo que pasó sino solo una parte. Incluso esa información deberíamos de cuestionarla, contrastarla con demás medios y por qué no conversarla con los demás pero de manera CRÍTICA, no como algo que se asume...

Los medios no van a perder ese poder, pero nosotros sí podemos ganar poder como sociedad y convertirnos en un poder nuevo que dizque este gobierno quiere apoyar... creo que debe salir de otro tipo de iniciativas, claro que estoy siendo utópica, pero solo planteo esta idea...por si a alguien le interese.

viernes, 11 de junio de 2010

Tener otra línea de celular

Creo que esto más que una entrada es un consejo para los periodistas. Lo digo por la corta experiencia que tengo, pero creo tener razón. Un periodista, por salud mental, debe tener dos celulares: uno personal y uno para las fuentes. ¿Por qué? porque de lo contrario, no descansaría; las fuentes no entienden que somos seres humanos y que tenemos que dormir, que debemos tener fines de semana.

Mi experiencia fue tragicómica porque para variar mis intenciones de ayudar se tornaron exageradas y de un plano de lo que puede hacer un periodista y lo que no, me perdí... estaba reporteando para escribir un tema de los empleadores que no reconocen ciertos derechos a sus empleados. Tuve que ir dos días a la Subsecretaría de Trabajo del Litoral, donde diariamente una decena de personas se aglomera con carteles, pitos o algún tipo de objeto que llame la atención y haga más fuerte su reclamo. Mientras me acercaba a la gente para preguntarles sobre su situación, me topé con un abogado de un grupo de ellos. Recuerdo que cuando lo oí hablar noté que era extranjero, luego descifré su nacionalidad chilena; sus ojos eran celestes. Estas dos características: "ojigato" como le decían sus clientes y extranjero, le daban aires de superioridad. De hecho se notaba en la forma de hablarme, pero abandoné los prejuicios y lo escuché.

Me expuso un caso de un grupo de trabajadores que habían sido despedidos, no les habían entregado indemnización y que jamás les habían reconocido los gastos por accidentes de trabajo. Varios de ellos padecían enfermedades producto de un material con el que habían tenido que trabajar durante más de 15 años en algunos casos.

En mi afán de ayudar al gremio, le expliqué al abogado que mi tema para el reportaje de esta vez no se relacionaba con ese caso directamente pero que los iba a tener en cuenta para la siguiente ocasión. Y me pidió mi celular, ¡tonta yo que se lo di!

Ese abogado me llamó durante seis meses mínimo tres veces por semana. Lo peor es que me llamaba de diferentes números porque notó que un momento le dejé de contestar las llamadas entonces sus intentos provenían de varias líneas. Fue un martirio... Mi intención de ayudar se fue desvaneciendo cuando noté que él quería más que nada protagonismo porque me pedía que recalque su ayuda al grupo de afectados...no me gusta rechazar a las personas cuando tengo la posibilidad de ayudar, pero aprendí que entregar mi número del celular puede ser un error muy grande en caso de que quieras un poco de tranquilidad.

El Canchón

La motivación para escribir estas palabras proviene de mi madre quien hace pocas semanas llegó a casa con rostro cansado, sudada pero más que nada, enfurecida. Mi abuelita le había prestado su carro porque había salido de la ciudad y por desgracia unos vigilantes de tránsito la detuvieron y los papeles del carro no estaban en orden. Por ende, tuvieron que llevarse el carro al Canchón. Cabe recalcar que mi mami se disponía a ir a un laboratorio para realizarse unos exámenes médicos para una operación; no se sentía muy bien físicamente y el vigilante la presionaba a tal punto que le dijo "señora no tengo todo el día, apúrese".

Ya en el Canchón, este lugar cercado con altas rejas negras cuyo exterior siempre está repleto de gente que es impedida ingresar por alguna razón en particular, sumado a la decena de vendedores ambulantes que aprovechan la multitud para hacer algo de plata.

Mi madre llegó a este sitio y tuvo que cancelar la matrícula, que era el valor impago. Una vez pagada, le indicaron que también debía cancelar valores de otras multas. ¿Cuántas eran? No lo recuerdo, solo sé que sumaban $45, ella tenía $40 en su cartera (el otro chiste le había costado alrededor de $200). Dijo que en ese momento quería llorar de la rabia; no se iba a regresar a casa o algún cajero ¿cerca? para sacar plata...Ojo que el canchón está ubicado por la Martha Roldós, un sector de la ciudad donde no hay centros comerciales y si hay bancos cercanos, puede ser uno que otro...pero si ella no tenía carro puesto que estaba encerrado en aquel lugar.

Un buen samaritano -un joven dijo mi mamá- le extendió su mano con los $5 faltantes. Al menos eso alivió su preocupación, por pocos instantes, pero lo hizo. Se acercó con todos los papeles en regla, decidida a que le entreguen un papel para retirar el carro, pero no pudo. La respuesta de la señorita fue: "No hay sistema niña". Luego de los eventos desafortunados de su día: exámenes médicos pendientes, manejar carro ajeno, pagar casi $250 por irresponsabilidad ajena, no tener el dinero suficiente, calor, malestar físico, estrés, etc...mi madre optó por alzar la voz y lanzar frases como:
- No puede ser que no tengan sistema
- Son unos corruptos
- Esto es increíble
En fin, mi madre no es una persona malhablada, no le gustan casi las malas palabras eso por eso que imagino que sus gritos fueron un tanto inofensivos. Lo que más le indignaba a ella, dice, es que la chica ni se inmutaba, era como si hubiera recibido tantas veces gritos que ya ni le importaba recibir más, por lo tanto no hacía NADA para ayudarla.

A mi mamá, quien llevaba cerca de tres horas pagando, firmando papeles y haciendo fila, le pidieron que haga firmar un último papel pero que para hacerlo debía salir del Canchón...la verdad no entiendo qué persona o qué oficina está fuera de él pero esa fue la orden. Entonces salió, hizo firmar el papel y cuando intentó volver a entrar, no le permitieron. Como había explicado más arriba, siempre hay alrededor de quince personas afuera de este sitio esperando algún trámite o simplemente vendiendo "algo". Marta (ya no quiero decir mamá, madre, mami tantas veces) simplemente explotó por dentro, el tiempo que había permanecido ahí sumado al calor de la tarde guayaquileña la impulsaron a gritar...empezó a decir que todos los que trabajan en la Comisión de Tránsito son unos corruptos, que ella es ciudadana que tiene derechos, que tienen la obligación de atenderla adecuadamente...yari yari yari...no estuve ahí pero imagino el sinnúmero de insultos respetuosos (¿existe eso?) que dijo...

No sé si toda esta historia sea una mezcla entre una serie de eventos desafortunados de Marta o es que los trámites engorrosos de nuestras instituciones públicas de hecho son tardíos y el servicio no es eficiente?

Mucho desorden en mi historia, que no es mía. Solo quise exponer hechos ajenos de un día "normal" de una persona que terminó con un intenso dolor de cabeza por la preocupación y/o estrés causado por la llevada del carro al canchón. Nada más.

lunes, 10 de mayo de 2010

Ser sensible pero no llorar

Aunque parezca un comentario romántico creo que no me equivoco al afirmar que una persona que no es sensible, no puede ser periodista. Para explicar este punto debo contar una anécdota que sucedió hace un año y medio durante una cobertura de un día que varias organizaciones que trabajan con personas discapacitadas se habían unido para que los ciudadanos puedan, de diversas maneras, vivenciar lo que es padecer de alguna discapacidad. Por ejemplo tenías la opción de subirte a una silla de ruedas y recorrer los exteriores del Municipio que ocupa alrededor de una cuadra. Yo lo intenté, fue bastante complicado porque debía mover rápido y fuerte los brazos para movilizarme. Jamás me imaginé que sea tan duro moverse en una silla de ruedas. Esa fue una de las actividades en las que participé. Pero el fin de esta entrada es otra, es el contraejemplo de lo que es un buen periodista.
Me disponía a entrevistar a una chica no vidente, ella estaba en una carpa promocionando su asociación y la actividad que allí realizaban, en la que no tuve tiempo de participar, era pintar con témperas un paisaje de un árbol de manzanas en un césped. Especifico tanto el cuadro porque la consigna era dibujarlo con los ojos vendados, para sentir la experiencia de ser ciego. Cada frasco de témpera olía diferente. Verde menta, rojo cereza y café canela. Elegías el color que querías oliéndolo y luego pintabas donde te indicaban que lo hagas.
Luego de que la chica no vidente culminó la actividad le pedí si podía responderme unas preguntas. Por lo general cuando entrevisto en un sitio que no es oficina, prefiero que la conversación sea más fluida, un diálogo más coloquial...entonces comenzamos a conversar y me contaba su emoción al tener la oportunidad de ofrecer esta demostración.
Tuve una interrupción, era un periodista de televisión que también quería entrevistarla y como estaba apurado, típico en esta clase de periodistas, le cedí "mi turno", yo no tenía apuro, no quería presionarla. Él se acercó y le pidió que le cuente de qué iba el evento, especialmente la carpa de los no videntes; qué hacían, etc. Luego le preguntó si ella había sido no vidente toda su vida, su respuesta fue no, y él cometió una imprudencia tan grande que hasta el día de hoy siento vergüenza ajena y decepción de que haya profesionales, colegas míos, con esa actitud. Él le preguntó algo como: Y cuándo te quedaste ciega no sentiste resentimiento con Dios, que porqué él te había hecho eso?
Tragué saliva y quería llorar de la impotencia. De lo ensordecida que estaba no alcancé a escuchar la respuesta de la chica, pero al menos noté que no le afectó tanto...quizás no era el primer imprudente que le preguntaba eso en su vida.
En fin, el asunto se basa en que no solo se necesita estudiar conceptos, prepararse para ser periodista a nivel intelectual sino que se debe poseer un "don de gente" una sensibilidad que antes creía que era innata en todos pero al parecer muchos la tienen demasiado nublada por otras emociones como el ego -en el caso del periodista que tal vez para tener una mejor nota periodística osó en preguntar semejante burrada-.
Ojalá que él sea la excepción, sé que no pero al menos me conformo con no promover esa forma de hacer periodismo.

martes, 27 de abril de 2010

Híbrido

Pido disculpas porque existen varias entradas en este blog que no responden a lo que el banner superior reza. Sí, soy periodista y sí, este es un espacio para escribir varios de mis desahogos impublicables en medios pero también hay momentos que encuentro textos no relacionados al periodismo que considero rescatables de "colgar". Creo que soy como una esponja, que absorbe todo, a veces demasiado. Creo que eso es un defecto porque repercute en mi estado anímico pero eso es tema aparte.

Solo quería escribir esta breve entrada como justificación a algunos contenidos que parecen demasiado aislados al oficio per se, como el de "Las tres rejas"pero ya pensándolo más a fondo me doy cuenta que sí se relaciona con lo que hago, ese sabio texto que habla sobre lo cuidadosos que debemos de ser al momento de hablar, de reproducir lo que oímos sin estar seguros de su veracidad...estoy divagando, de nuevo.

En fin, el objetivo de la entrada (repito por enésima vez) es comunicar que no solo encontrarán mis pensamientos sobre el oficio sino sobre la cotidianeidad, la espiritualidad, y otros aspectos de la vida.

lunes, 26 de abril de 2010

Las tres rejas

El joven discípulo de un sabio llega a casa de éste y le dice: - Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia... -¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-.¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme? -¿Las tres rejas?

-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

-No. Lo oí comentar a unos vecinos.

-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. ¿Esto que deseas decirme es bueno para alguien?

-No, en realidad no. Al contrario...

-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

-A decir verdad, no.

-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdadero, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

jueves, 22 de abril de 2010

Fuerzas en tensión

Un medio de comunicación también es una empresa. La primera vez que "caí en cuenta" de ese hecho quise negarlo, después olvidarlo y lo que es más utópico (pero siempre hay espacio para eso) cambiarlo. Creo que este "fact" es indudable pero también creo que hay maneras de que se ablande y no sea como una sentencia o regla permanente. Intentaré explicar mi punto de vista con este ejemplo.

En un medio siempre habrá dos departamentos: la administración y la redacción. Cada uno de estos tiene la obligación y/o vocación de velar por sus intereses. Es por eso que digo que son fuerzas en tensión. Mientras que los periodistas estamos luchando por la información, porque se publiquen noticias relevantes, de buena calidad y que se les de un espacio prudente, necesario y justo; los publicistas, marketeros, ingenieros, economistas y demás profesionales que se los podría englobar en el área administrativa tienen como misión vender, ganar dinero, aumentar ingresos, etc.

Hasta este punto no hay ningún problema. Considero que es sano y necesario que hayan estos conflictos entre lo administrativo y lo periodístico. Me encanta saber que los periodistas luchen por sus ideales, que defiendan lo que creen y por lo que trabajan: por y para la gente no por y para los clientes, las marcas, las demás empresas que pautan en los medios. Cuando existe un ambiente así, podría definirlo como "sano" a pesar de que las peleas con el área administrativa parezcan obstáculos que bloqueen un desarrollo adecuado.

EL PROBLEMA es cuando personas dentro del área de redacción están alienadas a lo administrativo y no disciernen entre lo uno y lo otro. Deciden el contenido de acuerdo a los intereses económicos. Ahí sí el medio de comunicación es netamente una empresa (como lo afirmé al inicio), no me atrevo a decir que es una empresa de comunicación porque si ésta está tan manipulada, ya ni siquiera debería de tener esa denominación.

Reflexiono sobre esto, caigo en esta pseudo-crisis porque me frustra ver a estos periodistas que no defienden su oficio. Quiero saber en qué momento les dejó de importar su profesión y lo que hacen (o si en algún momento les importó). Se supone que el periodismo es una de las carreras que uno elige porque hace feliz, apasiona, no porque da plata...todos los periodistas sabemos que en Ecuador somos mal pagados (algunos no tanto), que este oficio no es remunerado como debería.

Entonces, no entiendo porqué un periodista está en esta profesión si no le gusta lo que hace. No entiendo porqué un periodista defiende los intereses económicos y se enfoca en vender vender vender mientras que eso es responsabilidad de otros. La responsabilidad del periodista es producir trabajos de calidad y esa es su manera de vender, su enganche...no fijarse en detalles que le competen al área administrativa.

Ingenua o no, quisiera saber cómo es ese proceso en que un periodista se convierte en un empresario o más claro, ¿cuándo a un periodista le importa más hacer plata que ejercer su oficio?

martes, 20 de abril de 2010

Espacio

La independencia es una palabra que siempre me ha llamado la atención, no sé si comenzó siendo impuesta por mayores que me describían como una persona así, desde más chiquita. Desde mi primer día en Kinder que en vez de llorar como los demás niños, me di la vuelta, sonreí a mi mami y moví mi mano despidiéndome. Así soy yo. Independiente. O al menos así creo que soy. Pero no soy egoísta, no porque diga que me gusta hacer las cosas por mi cuenta es porque no quiero compartirlas. Solo que no puedo evitar disfrutar de mi soledad. Nunca me voy a olvidar en una clase de colegio, creo que era Economía, la primera clase, que quisieron darnos clases sobre la sociedad y cómo funciona. Conceptos como el individuo y tal; la conclusión era que el ser humano no puede vivir sin convivencia. Recuerdo que a mi mente saltó que sí podía, que era posible estar solo y vivir solo así sin NADIE en el planeta. Ahí la profesora me vio raro porque me debe haber creído narcisista o qué sé yo. Tal vez si exagero al decir que podría vivir sola, de hecho con el pasar de el tiempo me he dado cuenta que disfruto muchísimo la compañía de otros y es una sensación agradable, indescriptible, muy profunda. Cuando realmente me gusta estar con alguien es algo que siento muy adentro, no es como una costumbre o algo obligado, sino todo lo contrario.

A pesar de disfrutar de la compañía, como todo ser social "relativamente normal" también disfruto muchísimo de mi soledad. Me gusta ver mi mente y analizarla, sin preocuparme mucho, sin complicarme solo contemplarla a veces incluso sin analizarla. Es complicado, pero ese ejercicio intento lograrlo mediante la meditación. Cuando estoy sola siento que vivo mi espacio, mi tiempo. Ojo que nuevamente no quiero sonar egoísta, solo soy yo. Y ese yo? Uff si me pongo a hablar del yo tal vez nunca acabe. Con lo poco que sé sobre filosofía budista, sé que el yo es vacuo y que al final no hay nada solo la esencia, y quizás ni eso. Hasta que logre encontrar esa inmensidad y me encuentre en el samsara creo que una forma de despegarme un poco de ese círculo vicioso es buscando momentos para siempre tener mi espacio.

Catarsis

La palabra que describe mi estado anímico/físico/mental/sentimental y cualquier otro aspecto que afecte directamente a mi vida conciente y subconciente. Ojo que digo sub porque el otro día soñé algo tan fuerte, y en la interpretación del sueño decía que tenía que ver con un "estado de fuerte pesimismo". Y sí, tal vez me encuentre así, pero no es un pesimismo perenne sino uno temporal que se está yendo, se aleja cada vez más, no se quiere quedar porque yo no le doy espacio, se va resentido pero empujado por algo más fuerte, un sentimiento enorme llamado CAMBIO. De repente esta palabra no se queda quieta sino que se reproduce y me pide formar una familia de "cambios" en mí, y yo acepto, con gusto. La verdad estoy cansada de lo convencional, lo preestablecido, lo que siempre he creído...hace un par de años que ya no mantenga las mismas opiniones que hace cuatro años. Todo ha sido en cuestión de 2 o 3...quién sabe con exactitud, solo sé que se siente bien. Sólo sé que "la gota que derramó el vaso" (aunque suene demasiado cliché) fue en marzo. Ocurrió junto con eventos tristes, fuertes, que demandaron demasiada introspección de mi parte. Una muerte, de una persona muy querida, abrió mis ojos a un pasado que había querido nublar con la cotidianeidad o qué sé yo con qué pero fueron días que casi no estaban registrados en mi memoria. Obviamente por no querer sufrir, no querer ver situaciones que eran dolorosas en ese entonces pero que ahora regreso a observarlas con más frialdad. Tal vez la palabra frialdad no sea la adecuada porque pareciera que fui insensible, inmadura o un montón de cosas. En fin, me fui por la tangente, como siempre. Quería hablar de mis cambios emocionales y los demás aspectos. Siento que las cosas "que me llenaban" ya no lo hacen como antes. Desde las compañías tradicionales que disfrutaba hasta mis intereses de saberes, también la percepción frente a las demás personas...claro nunca juzgando siempre intentando que estos cambios sean producto de una reflexividad que me permite esclarecer todo.
Siento que no debo esconderme más y debo mostrarme tal como soy, no sé cómo soy pero intento mostrarlo a los demás, sin poses. Aunque creo que casi no he tenido poses, o al menos eso aspiro/espero. A veces pienso que escribo para sentirme bien conmigo misma y eso me hace sentir egoísta, la verdad prefiero pensar que escribo porque es una manera de expulsar todo lo que tengo en mi interior y que verbalizarlo no es suficiente o que no encuentro un receptor adecuado. Aquí no tengo receptor alguno y si es que existe tal vez no es que le interese precisamente lo que me pasa.
Esto comenzó siendo mi espacio para colgar ideas únicamente periodísticas pero lastimosamente no solo soy periodista, soy una persona que tiene su cabeza llena de ideas y pensamientos que son muy variados y que quisiera descansarla un poco, esa mente. Por eso intento meditar, por eso intento calmarla, a veces tengo más suerte que otra, sé que debería ser constante, lo intento...lo soy..no no lo soy porque si lo fuera no tuviera que decir a veces.
En fin....solo quiero decir que esta etapa de cambios es para bien, para "limpiar" todo lo que está dentro de mi que necesita ser renovado, una nueva actitud, no es que la de antes sea mala, solo quiero que esta sea mejor. Nada más.

lunes, 12 de abril de 2010

No se pueden quedar callados

Disfruto muchísimo trabajar en el centro de Guayaquil, de hecho creo que no hay (casi) nada que me disguste de esta zona. Me encanta caminar y encontrar en cada esquina un personaje o una historia diferente que contar. Los vendedores ambulantes de cada artículo -desde el "colero" hasta aquel que compra por temporada y siempre rota su mercancía- que tienen su propia tonalidad y ritmo de voz, ese grito que se vuelve tan característico y se convierte en un identificador del personaje.

Solo existe una incomodidad con la que debo lidiar siempre en el centro y creo que no podré librarme nunca ya que la única solución sería siendo hombre (y eso no va a pasar, al menos no durante esta vida).

La situación es la siguiente: no termino de salir de mi oficina y ya me topo con algún peatón (que es lo normal, no estoy pidiendo vivir en una ciudad deshabitada) que muchas veces, es hombre. Si es mujer no importa, pero si es hombre ahí se encuentra el obstáculo. No entiendo qué problema tienen el 90% de las personas de sexo masculino que caminan por el centro que no pueden cerrar la boca y guardarse sus comentarios. Estos van desde silbidos, piropos que pretenden ser románticos, pasan por las frases o refranes chistosos y llegan hasta insultos o comentarios groseros. Es horrible e incómodo; me hacen sentir débil e indefensa. Por dentro quiero explotar y gritarle que respeten, que se callen y cuando estoy con poca paciencia ¡qué ganas de pegarles un puñete! pero no puedo, debo controlarme, no porque "soy una dama" ni cualquier excusa idiota impuesta por la sociedad, sino porque sé que mi mente es muy frágil y fácil de manipular y de cambiar. Sé que minutos después de recibir aquel comentario, me voy a reír de él o lo que sea; de alguna u otra forma ese momento pasará...por eso lo dejo ir.

Lo dejo ir por ese momento, pero lastimosamente se repite, una y otra vez. Recuerdo hace unos meses que salía de la oficina me propuse contabilizar el número de machos (voy a usar esta palabra para que entiendan lo cargada de machismo que está esta actitud de los hombres) que decía algo cuando me cruzaba con él. No había caminado ni tres cuadras y ya llevaba cinco ¿mucho o poco? qué me importa! Lo único que sé es que me di por vencida y decidí que contarlos me iba a amargar más y no quería ese efecto en mí!

No hay ningún objetivo "utilitario" al escribir esta entrada. Solo es un desahogo y tal vez un sentimiento de buscar similares, mujeres que se identifiquen con esto y que si son más ingeniosas que yo, me ayuden con alguna solución que no sea ignorarlos ni insultarlos ni pegarles...no sé qué podría hacer, tal vez como escribi al comienzo, lo más sano es disolver el pensamiento aunque en realidad lo más sano sería que CIERREN LA BOCA.

About love (Sobre el amor)

Esta entrada talvez no mantenga relación con el resto de textos que he publicado, pero siento que es necesario ponerla. Resume lo que pienso sobre el amor, el amor verdadero, en el que creo...no ese amor que se disfraza de relaciones personales, sino el más profundo. El texto está en inglés, en otro momento lo traduzco para compartirlo con más personas. Más abajo está el nombre de quien escribió esta belleza, para los interesados, pueden hacer click. Enjoy.

<3Love

In our life as a human, there is one important thing that we need to do – to fall in love. No matter what kind of person you are or what kind of religion you believe in; we all have only one goal. For sure, we each want to become a happy person.

Falling in love is the only way to make yourself happy. Therefore, if you ask me what is the purpose of life, or you ask me why do we do so many things in our lives? My answer is that we do these things to be in love. When you achieve this, then that is it. There is nothing else that you need to do. This is the meaning of life. This is when life makes sense.

The good thing is that from the moment you are born you already have the right to fall in love. You don't need to buy this. You don't need to ask anyone’s permission to love, because you are love. Somehow, it is also very simple, because you don't need to study in order to fall in love with somebody. This is because you are love.

Love is life. As long as you have love, life makes sense to you in every moment. You will never find this sense in life outside of yourself, because you are what makes sense in life. And love is the only way to feel yourself. Love is the only way to see yourself. So, when you have love, you have all. When you lose love, you lose everything. Because of this, we all need to practice our innate love. That is why we are so special, because we are love.

In conclusion, my message to you is: There is one important thing that we need to do in our life and that is to love. That is it. No more.


Tulku Lobsang

viernes, 9 de abril de 2010

Los "regalitos"

No me especializo en periodismo económico pero me ha tocado, en un par de ocasiones, escribir sobre estos temas donde el dinero y los negocios predominan. No me gusta hacerlo porque me parece que carece de calor humano, de contacto con las personas. Es todo tan formal tan estructurado tan predeterminado.

Pero quizás lo que me desagrada realmente de esta especialidad son los matrimonios que se producen entre los periodistas y las marcas. Es triste pero cierto. Para los periodistas esto no es ningún tabú de hecho quienes se sienten identificados tal vez se sientan un poco avergonzados de la situación. Que importa quien lea, el asunto es que se sepa...para los periodistas intento que hagan una reflexión sobre este asunto.

Somos periodistas no publicistas con el objetivo de complacer a nuestros clientes y nuestras marcas. No debemos aceptar obsequios de cualquier tipo porque en esta cultura occidental capitalista un poco egoísta, pocas son las personas que entregan algo sin recibir a cambio una respuesta positiva (en este caso se manifiesta con una publicación). Entonces si usted, periodista, recibe un "regalito" no crea que es desinteresado, sino que es un pedido tácito de querer recibir algo de vuelta.

No creo que las marcas dejen de enviar estos "regalitos" eso sería una utopía...pero sí creo que los periodistas deberían identificar cuando estas situaciones se les presentan. ¿cómo actuar? creo que la ética de cada periodista es la que decidirá...la ética..otro tema muuy largo para abordarlo en esta entrada, pero necesario para tratarlo en alguna próxima.