viernes, 11 de junio de 2010

El Canchón

La motivación para escribir estas palabras proviene de mi madre quien hace pocas semanas llegó a casa con rostro cansado, sudada pero más que nada, enfurecida. Mi abuelita le había prestado su carro porque había salido de la ciudad y por desgracia unos vigilantes de tránsito la detuvieron y los papeles del carro no estaban en orden. Por ende, tuvieron que llevarse el carro al Canchón. Cabe recalcar que mi mami se disponía a ir a un laboratorio para realizarse unos exámenes médicos para una operación; no se sentía muy bien físicamente y el vigilante la presionaba a tal punto que le dijo "señora no tengo todo el día, apúrese".

Ya en el Canchón, este lugar cercado con altas rejas negras cuyo exterior siempre está repleto de gente que es impedida ingresar por alguna razón en particular, sumado a la decena de vendedores ambulantes que aprovechan la multitud para hacer algo de plata.

Mi madre llegó a este sitio y tuvo que cancelar la matrícula, que era el valor impago. Una vez pagada, le indicaron que también debía cancelar valores de otras multas. ¿Cuántas eran? No lo recuerdo, solo sé que sumaban $45, ella tenía $40 en su cartera (el otro chiste le había costado alrededor de $200). Dijo que en ese momento quería llorar de la rabia; no se iba a regresar a casa o algún cajero ¿cerca? para sacar plata...Ojo que el canchón está ubicado por la Martha Roldós, un sector de la ciudad donde no hay centros comerciales y si hay bancos cercanos, puede ser uno que otro...pero si ella no tenía carro puesto que estaba encerrado en aquel lugar.

Un buen samaritano -un joven dijo mi mamá- le extendió su mano con los $5 faltantes. Al menos eso alivió su preocupación, por pocos instantes, pero lo hizo. Se acercó con todos los papeles en regla, decidida a que le entreguen un papel para retirar el carro, pero no pudo. La respuesta de la señorita fue: "No hay sistema niña". Luego de los eventos desafortunados de su día: exámenes médicos pendientes, manejar carro ajeno, pagar casi $250 por irresponsabilidad ajena, no tener el dinero suficiente, calor, malestar físico, estrés, etc...mi madre optó por alzar la voz y lanzar frases como:
- No puede ser que no tengan sistema
- Son unos corruptos
- Esto es increíble
En fin, mi madre no es una persona malhablada, no le gustan casi las malas palabras eso por eso que imagino que sus gritos fueron un tanto inofensivos. Lo que más le indignaba a ella, dice, es que la chica ni se inmutaba, era como si hubiera recibido tantas veces gritos que ya ni le importaba recibir más, por lo tanto no hacía NADA para ayudarla.

A mi mamá, quien llevaba cerca de tres horas pagando, firmando papeles y haciendo fila, le pidieron que haga firmar un último papel pero que para hacerlo debía salir del Canchón...la verdad no entiendo qué persona o qué oficina está fuera de él pero esa fue la orden. Entonces salió, hizo firmar el papel y cuando intentó volver a entrar, no le permitieron. Como había explicado más arriba, siempre hay alrededor de quince personas afuera de este sitio esperando algún trámite o simplemente vendiendo "algo". Marta (ya no quiero decir mamá, madre, mami tantas veces) simplemente explotó por dentro, el tiempo que había permanecido ahí sumado al calor de la tarde guayaquileña la impulsaron a gritar...empezó a decir que todos los que trabajan en la Comisión de Tránsito son unos corruptos, que ella es ciudadana que tiene derechos, que tienen la obligación de atenderla adecuadamente...yari yari yari...no estuve ahí pero imagino el sinnúmero de insultos respetuosos (¿existe eso?) que dijo...

No sé si toda esta historia sea una mezcla entre una serie de eventos desafortunados de Marta o es que los trámites engorrosos de nuestras instituciones públicas de hecho son tardíos y el servicio no es eficiente?

Mucho desorden en mi historia, que no es mía. Solo quise exponer hechos ajenos de un día "normal" de una persona que terminó con un intenso dolor de cabeza por la preocupación y/o estrés causado por la llevada del carro al canchón. Nada más.

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