La frase es tan trillada pero a la vez tan útil para un sinnúmero de situaciones, como la de hoy. Tuve que matricular el carro, era la segunda vez en la semana que iba a la Comisión de Tránsito, hace tres días me dijeron que en 48 horas habilitaban "ni se qué cosa" que regrese el viernes. En ese interín me topé con un conocido, que hace unos seis años fue mi amigo; me saludó y me preguntó qué trámite hacía, si me podía ayudar y le repetí lo que la chica del mostrador me indicó. Él revisó mi comprobante de pago de matrículo y me confirmó que de hecho, debía regresar en dos días.
Lo hice: llegué y tomé mi ticket: D35. Me senté donde me indicaron y en la pantalla decía C91. En otras instituciones públicas, como se realizan tantos trámites por lo general las letras antes de los números indican el tipo de trámite. Cuando miré mi ticket y lo comparé con la pantalla pedí que así también sea ahí, que la teoría de C y después D sea falsa porque si no, faltaban 44 turnos. Pero me equivoqué.
Esperé dos horas con diez minutos (lo sé porque revisé un mensaje de texto que había mandando contando que tendría una larga espera). Por fortuna fui precavida, tenía en mi cartera Purgatorio de Tomás Eloy Martínez. Me sumergí en el libro y las horas no fueron para nada pesadas. Cuando finalmente vi mi número brillar en el letrero me acerqué al cubículo. Una señora me atendió amable pero se demoró en entregarme los papeles porque la impresora no servía.
Mientras tanto apareció mi amigo, conocido que trabaja ahí y me sonrío diciendo: "¿Por qué no me dijiste que estabas aquí para ayudarte? ¿Llevas mucho tiempo esperando? Me hubieras avisado". Le devolví el gesto y contesté: "No te preocupes, hice lo que debía hacer, esperé como se debe; aparte traje un libro. Gracias". El chico se río y no sé qué debe haber pensado; quizás que soy una loca porque prefiero hacer la fila en vez de hacer un trámite largo o tal vez que soy una malagradecida que rechazo su amabilidad. Sea lo que haya pensado me sentí tranquila, al igual que cuando saqué mi licencia, mi pasaporte y mi última cédula; todo como "debería de ser". Suelo quejarme y lamentarme por la corrupción que inunda hasta los más pequeños rincones del país entonces creo que para que mi queja sea válida debo -y lo hago con gusto- defender mi postura no solo con palabras sino con mis actos.
Me pregunto qué pasaría si los ecuatorianos, al menos los guayaquileños o por últimos las personas cercanas a mí, hicieran todos sus trámites "por la derecha" como algunos dicen...Creo que todo resultaría mejor, hasta más ágil tal vez. Si ellos no eligen lo que yo, entonces les exijo que no se quejen de la corrupción "del país" porque el país son ellos y ellos están siendo corruptos y encima osados.
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