Cuando me acuerdo de este acontecimiento río con cierto alivio de que haya pasado tanto tiempo y ya no afecte mi sistema nervioso. Por otro lado lo recuerdo con demasiada claridad y salta a mi mente cada vez que debo titular un artículo que sé que se puede prestar para malinterpretaciones.
Me dediqué a investigar cómo los almacenes violaban el derecho que tienen los ciudadanos a devolver los artículos que han comprado si es que éste presenta fallas, al no recibírselos y devolverles el dinero. Primero averigué sobre las denuncias en la Defensoría del Pueblo donde existían estos casos y luego recorrí los almacenes de electrodomésticos ya que descubrí que era en estos donde se presentaban más estos casos.
Durante la reportería, los empleados de estos almacenes me negaban que se podía devolver el artículo comprado (como lo estipula el artículo de la ley de defensa al conusmidor) y cuando intenté hablar con los encargados de los locales o empleados de mayor rango, como siempre, ponían trabas.
Publiqué el artículo y lo titulé algo como "empresas incumplen derecho a devolución" porque mi reportaje explicaba exactamente este tipo de situaciones. Lo que no me percaté fue que el "derecho a devolución" estaba estipulado en la la ley de defensa al consumidor y tenía unos puntos específicos que los almacenes sí cumplían.
Al grano: recibí una llamada del presidente de asociaciones de vendedores de electrodomésticos reclamándome que estaba desprestigiando a estos almacenes sin fundamento. Él me exigía, amparándose en su derecho de réplica, que publique una página retractándome. Le expliqué cómo había hecho el artículo y cómo cada letra escrita era cierta, nada especulativo. Sinceramente: me moría de miedo! Llevaba máximo ocho meses haciendo periodismo y por un momento creí que sería el fin de mi carrera. Por miedo no lo compartí con mi editora de inmediato si no que esperé que se calmen las aguas. No se calmaron, el señor me envió un par de mails que no respondí (el insistía que publique mi disculpa) y también me llamó...no respondí.
Un buen (mal) día mi editora me preguntó quién era Equis persona, que la había llamado a ella a reclamarle. Y me contó la historia. Ahí le confesé lo que pasaba y la primera pregunta fue: "Estás segura que todo lo que escribiste es cierto?" Respondí asintiendo. Por ese lado, siempre estuve aliviada, pero temía que no me dejen escribir más o que el señor demande al diario...alguna situación más drástica.
La solución: llamé a un abogado de la Defensoría a quien le planteé el problema y fue él quien me tranquilizó y explicó que el salto del presidente de esta asociación era porque mi título aludía a un derecho que ellos cumplen -en parte- y que de hecho podía prestarse a malinterpretación.
Al final todo se solucionó, yo no publiqué la "disculpa" pública porque tras el asesoramiento descubrí que no era necesaria, que todo lo escrito estaba en orden. Lo que aprendí fue a ser más precavida de lo normal...creo que es una característica que todos los periodistas debemos tener y que lastimosamente algunos descuidamos. Por eso es que existe el fe de erratas, sé que todos podemos equivocarnos, pero los periodistas debemos hacerlo menos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario