lunes, 6 de diciembre de 2010

Recordatorio

Creo que muchos periodistas compartimos esta situación. Siempre que terminamos de escribir un tema, después de la reportería, la selección de fuentes, la edición y la revisión final, el reportaje, crónica o un simple artículo se publica. En todas las ocasiones, sin excepción, no se escribe ni la cuarta parte de lo que se investigó, se oyó, se vivió. Generalmente las causas están relacionadas al espacio, al enfoque del tema y demás reglas impuestas por el medio. ¿Pero qué pasa con todas las experiencias que vivimos los periodistas mientras ejercemos nuestro oficio pero que no podemos publicar? Nada. Algunos las compartimos con colegas, reímos, nos quejamos o nos indignamos de diversas situaciones; otros asumo que se guardan estas anécdotas y luego el tiempo se encarga de borrarlas de la memoria.
Justamente eso es lo que no quiero que suceda con mis historias que aunque parezcan bastante personales porque fui yo quién las vivió mientras trabajaba como periodista, no lo son porque estoy segura que muchos colegas han vivido situaciones similares y se identifican con algunas de las experiencias que he narrado en este blog.
Esto es como un recordatorio para quienes nunca han leído este blog y quisieran entender de qué va. Pues va de las historias, anécdotas, experiencias que he vivido como periodista y que por mil y un razones no pueden ser publicadas en ningún medio. Tiene lógica, no son de interés colectivo, tal vez no son de interés de nadie más que mío. En todo caso, si existe un periodista que esté leyendo esto, invito a que comparta en este espacio sus anécdotas mientras ha ejercido el mejor oficio del mundo.

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