
Cuando quisieras que el trayecto de regreso a casa sea más largo, ruegas que los semáforos estén en verde y los carros pasen, pides que las veredas estén vacías...es cuando realmente estás metida en el libro que lees. Me pasó hoy. El recorrido en el Metropolitano duró como de costumbre, alrededor de 20 minutos. Tuve suerte de subirme 10 minutos antes de que el servicio se acabe (9:50pm) y encima encontré un asiento libre (muy raro a esa hora porque como es víspera de fin de servicio, se sube todo el mundo). Me senté y me sumergí en el mundo paralelo de la novela que estaba leyendo. No puedo decir que casi se me pasa la parada de mi casa porque como estoy en otra ciudad, sigo siendo extranjera con miedo a perderme a las 10 de la noche en un sitio cuasi desconocido, iba medio pendiente a partir de dos estaciones antes. Pero cuando me bajé, no me importó mucho la noche, ni la gente, ni la cartera que llevaba en el hombro y la funda en el codo...el libro iba sostenido por mis dos manos y mi mirada depositada en él. Caminé las (cerca de ) 10 cuadras hasta mi casa sin percatarme qué pasaba a mi alrededor, por suerte las calles son seguras y jamás sentí miedo al robo o inseguridad, mi miedo era tropezarme pero por alguna extraña razón el libro valió más la pena que el tropiezo.
La romántica escena me recordó a la Bella y la Bestia, cuando al comienzo, la protagonista camina por su pueblo con el libro en mano y no se inmuta de lo que pasa a su alrededor. Fui Bella por hoy.
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