Primer día del año. Aunque parezcan clichés las reflexiones son inevitables. Como este es un espacio que intento dedicarlo, más que nada, a mi profesión/oficio/pasión... escribiré un par de líneas que surgen de mi mente y corazón. Sí, corazón porque al conectarme con mi trabajo no solo lo hago de manera intelectual sino trasciende a un plano sentimental, sin llegar a ser cursi ni exagerado.
Mi reflexión sobre el periodismo este primero de enero, apunta al porqué a pesar de todas las críticas de terceros, decepciones de los mismos periodistas y demás "peros" de la profesión, para mí sigue siendo mi oficio predilecto.
No es solo un oficio sino que es una misión. Es un servicio. No es un trabajo para lucrarse, es ingenuo quién todavía piensa que serán millonarios con esta profesión. Es un trabajo para servir a los demás, hecho mediante la ayuda de los otros y para ellos. En lo que a mí respecta, es un trabajo compasivo en el que necesariamente debe haber una suerte de entrega, porque sí, es un trabajo sacrificado.
¿Qué ganamos nosotros? Se preguntarán algunos periodistas. El Dalai Lama tiene una reflexión sencilla, clara pero desbordante de sabiduría: dice que cuando somos compasivos, nos preocupamos por los demás de una manera genuina, no solo gana el que está siendo ayudado por nosotros, ganamos nosotros porque esa sensación de dar y de compartir nos produce satisfacción, amor. Es una reacción automática que puede pasar hasta desapercibida pero que si la examinamos en nuestro interior es muy poderosa y agradable.
A los periodistas los invito a revisar sus motivaciones por las que siguen practicando el oficio. A los que no ejercen esta profesión los invito a revisar, también, las razones por las que hacen lo que hacen...¿les gusta? o simplemente es costumbre, necesidad, evasión...
Este primer día del año debo confesar que me siento más que feliz de que mi trabajo me produce alegría no solo porque puedo ayudar y servir a los demás sino porque no dejo de aprender y conocer.
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